Thursday, May 26, 2005

No one is inocent

La sorpresiva y sorprendente detención de Arnaldo Otegi me induce a algunas reflexiones. ¿Por qué de pronto un juez ordena su encarcelamiento y le impone una multa de 300.000 euros alegando “indicios de pertenencia” y de portavocía” de ETA, cuando Otegi lleva tantos años ejerciendo ese supuesto “cargo” y hasta la fecha a nadie se le había ocurrido procesarle? ¿Por qué si no hay ninguna prueba que le relacione siquiera tangencialmente con ninguna acción violenta? ¿Por qué detenerle justo en medio de un acercamiento de posturas, en mitad de un diálogo con la banda terrorista? ¿Por qué precisamente ahora, cuando después de tantos años, se comenzaba a hablar del abandono de la lucha armada?

Como en política no existe la inocencia, siquiera interrumpida (ya dijo hace muchos años Ronald Biggs, el ladrón del tren de Glasgow, aquello de que “no one is inoccent”), habría que analizar las motivaciones ocultas de cada personaje de la historieta. Los jueces por ejemplo. La justicia en España es independiente, es decir, no está ligada a ningún partido político, pero en la práctica el Consejo General del Poder Judicial es un órgano eminentemente conservador, en el que sus tres cuartas partes están formadas por magistrados de ideología poco o nada progresista. ¿Esto quiere decir que esos jueces vayan a tomar decisiones que beneficien a un partido de derechas? No. Simplemente quiere decir que, en su fuero interno, desde luego, probablemente estén en contra de los últimos movimientos del gobierno hacia un diálogo con ETA, y que en más de una ocasión quizá hayan pensado en la forma de torpedearlo.

O sea, que nadie es inocente, de nuevo Ronald Biggs, y ahora examinemos las acciones del Partido Popular desde que perdiera las elecciones del 14 de Mayo. Las algaradas en el congreso crecen día a día, la bronca se ha convertido en la tónica predominante, y los argumentos reflexionados se van sustituyendo cada vez más por la estrategia del acoso y derribo. Ya se coreó entre los militantes del PP cuando Rajoy salió a reconocer su derrota en Génova aquello de “tranquilo, Mariano, que en dos años les echamos”. Parece que están decididos a conseguirlo, y tampoco da la impresión de que vayan a escatimar en medios. No quiero dar la brasa otra vez con lo de las elecciones de la Comunidad de Madrid, en las que circularon tres mil millones de pesetas procedentes de empresarios de la construcción afines al PP, no quiero repetir siempre que la derecha no está acostumbrada a perder y por eso cuando no consigue las cosas por las buenas, lo intenta por las bravas (y aquí, a dos euros la respuesta, citemos acciones violentas propiciadas por las clases favorecidas cuando perciben que pueden perder sus privilegios tradicionales). No quiero salir de nuevo con todo eso, pero no me digan que el PP, desde que está en la oposición, no ha convertido ésta en puro hooliganismo, y el Congreso en una versión extreme violence de Tómbola, o sea, tú grita, insulta o insinúa, que ya vendrá quien limpie la mierda.

Nadie es inocente, desde luego, la culpa forma parte de la cultura judeocristiana, y eso lo ha entendido también a la perfección la iglesia, que desde los púlpitos continúa llamando día a día a la rebelión, o sea, objeción de conciencia, que la objeción, cuando les interesa, es cristiana, ya ves tú (igual que la conciencia). No quiero decir que eso también forme parte de la estrategia de acoso y derribo, en dos años les echamos, pero teniendo en cuenta que las jerarquías católicas se sienten agredidas por las decisiones tan “injustas” del gobierno (esos pasotes de permitir que los homosexuales se casen o adopten, o de aprobar la investigación con células madre, o de intentar que la escuela laica sea laica de verdad), teniendo en cuenta que el obispado se sentía tan a gustito con el PP, ¿no llama la atención que los curas estén promoviendo con furia oriental esta campaña de movilizaciones anti ZP? En resumen, ¿no parece demasiado poco casual que conforme se intenta avanzar en una dirección tímidamente progresista, de pronto las élites conservadoras, iglesia y judicatura, principalmente, cierren filas y se empecinen no ya en una defensa numantina, sino en un ataque a degüello?

O sea, que no quiero decir que exista una estrategia planificada de tipo maquiavélico (el fin justifica los medios) de utilizar cualquier argumento para conseguir derribar al PSOE, a pesar de que lo parezca. Porque el caso es que lo parece. Da la impresión de que nada les importa, y que los atentados sólo son actos miserables cuando los sufren ellos, y no hace falta recordar que a Pilar Manjón y a otros miembros de la Asociación de Víctimas del 11 M les dijeron desde las filas de los diputados del PP aquello de “meteros vuestros muertos por el culo”. Es cierto que da la sensación de que utilizar el terrorismo con fines partidistas sólo les está permitido a ellos, o sea, que el PP rompe el famoso y cacareado pacto antiterrorista (cuando critican de una forma tan salvaje los intentos de diálogo, en lugar de cerrar filas y apoyar las decisiones del Ejecutivo, como establece el pacto) y luego acusa a los demás. Es cierto que lo parece, pero no vamos a insistir en ese tema. No quiero decir que a pesar de todos esos indicios, el PP esté intentando recuperar a costa de lo que sea el poder perdido, pero una persona con algo de malicia, como la que ellos se supone que no tienen, pensaría que la detención de Otegi forma parte también de ese cuidadoso plan. Es decir, ordenamos el encarcelamiento desde la judicatura (recordemos que se trata de un órgano conservador) del supuesto portavoz de los malos, provocamos que el Ejecutivo no tenga más remedio que apoyar, por supuesto, esta acción, y torpedeamos así en plena línea de flotación el proceso de diálogo. Las conversaciones quedan rotas, y si encima en un par de días se produce un atentado salvaje, miel sobre hojuelas, que ya que ETA no nos lo dio el 11 M, hombre, por Dios, que nos lo de ahora, que ya nos hace falta.

No son más que elucubraciones, desde luego, pero uno, que ya empieza a estar hasta la coronilla de toda esta farsa de curas, meapilas, casposos, banqueros enfervorecidos y diputados de pelo en la dehesa, uno cree que tampoco resulta tan descabellado, y que ojalá que no pase nada, no sólo por las posibles víctimas, sino por la cara de satisfacción que se le iba a quedar a más de uno de ellos.

Antonio López del Moral Domínguez