Saturday, March 20, 2004

El kíe

La argumentación de Bush y los suyos acerca de que retirarse de la ocupación de Irak sería un "aviso terrible" para los terroristas, que a partir de este momento podrían pensar que sus acciones obtienen resultados, que sería poco menos que un acto de "cobardía", me recuerda mucho a la forma de pensar de los presidiarios. En la cárcel existen códigos internos de conducta según los cuales cuando te retan, debes responder, cuando alguien te agrede, estás obligado a pelear, cuando se meten contigo, tu "deber" como miembro de la "comunidad de presos" es responder con un puñetazo, una patada, o, en el extremo más radical, con una puñalada propinada con uno de los "conan", o pinchos fabricados con el asa de un cubo. La ética y la estética de los delincuentes se compone de esas pequeñas leyes no escritas, esos comportamientos que todos siguen al pie de la letra, y si alguien no lo hace, se convierte rápidamente en el chivo expiatorio, la víctima de todos los demás, el "pringao" y "achantado" al que cualquiera puede pegar, cualquiera puede violar en la celda, el cobarde al que es factible robar, humillar o pisar el cuello en presencia del resto, sin que nadie haga nada por evitarlo, porque la primera que se cruza de brazos es la propia víctima. Según ese código de conducta, el que más pega, o el "kíe", como le llaman allí dentro, es el que dicta las normas, el que da primero da dos veces, y si te agreden una vez, la culpa es del otro, pero si lo hacen dos veces, la culpa es tuya.

Esas leyes no escritas que imperan en comunidades cerradas y estancas, como la cárcel, carecen por completo de sentido cuando intentan extrapolarse a la vida cotidiana, y quedan totalmente en evidencia cuando se aplican en el contexto internacional. Hay un factor que parece olvidar el amigo americano, y es el de que el mundo real no es una película de vaqueros, no es un film de Swartzenegger, no es la cárcel, no es, desde luego, un panorama monocolor y bipolar en el que sólo existen "buenos" (los estadounidenses, of course), y malos. Los "malos", según la visión de este americano ejemplar y demócrata que protagonizó un pucherazo en las pasadas elecciones y que se encuentra, por tanto, en el poder de forma ilegal, serían todos los que no compartan la visión del american way of life, que hasta hace dos días eran los rusos, los chinos y los cubanos, que después pasaron a ser los árabes, y que finalmente, en la culminación de esa paranoia megalomaníaca y apocalíptica, incluye a todos los que no le apoyan en su cruzada, en su afán por extender por el mundo la filosofía de la hamburguesa y la libertad de empresa.

Dentro de la categoría de los "malos" entran los europeos que se atreven a criticar la presencia de tropas de ocupación en un país tercermundista previamente devastado por los bombardeos, y así, son "malos" los franceses y los alemanes, que mantienen una postura crítica hacia esos asesinatos avalados por resoluciones de la ONU. Eran "malos" hasta ahora, porque después de la decisión anunciada del presidente español electo de retirar las tropas de Irak, han pasado, además, junto con la propia España, a convertirse en "cobardes".

¿Qué clase de argumentación es esta? El señor Bush, incapaz de andar y de masticar una galleta a la vez, se atreve a calificar de timoratos a quienes adoptan una decisión para la que hacen falta muchos más arrestos que para lanzar bombas sobre un país en una situación clarísima de inferioridad, porque el anuncio de Zapatero supone el enfrentamiento político con el gigante. Seamos serios: para lamer las botas del presidente de Estados Unidos, como ha hecho hasta ahora Aznar, no hace falta más que tener un espíritu servil, pero se necesita mucho valor para decirle que no con la entereza de Zapatero. El señor Bush llama cobardes a los únicos que dan un primer paso hacia la paz, es decir, abandonar las agresiones, el señor Bush, siguiendo al pie de la letra el código de conducta carcelario, continúa aferrado a la primitivísima y esencial ley del más fuerte.

El señor Bush, y digo señor por no utilizar un epíteto más adecuado, no quiere que nadie abandone el rancho desde el que se dedica a disparar a todos los que no comparten sus puntos de vista, Bush teme que el plante de Zapatero vaya a provocar una reacción en cadena, y que sus aliados en la mafia de la cárcel se vayan alejando progresivamente de él, Bush sabe que cuando alguien comienza a pensar diferente, y todo un país le apoya, el ejemplo puede cundir, y los Estados Unidos tienen en su historia ejemplos fehacientes, gobiernos que han derribado por ese mismo temor, como el de Salvador Allende, en Chile.

Hasta ahora, la política de Bush y de algunos de sus más directos aliados, como Ariel Sharon (Aznar no entra en la categoría de aliado, aunque de eso ya hemos hablado), sólo ha provocado crispación a nivel internacional, desastres y guerras, destrucción de casas y pueblos pisoteados y humillados. Las políticas de "golpear primero" y de mantener a toda costa el estatus de "kíe" de la cárcel, sólo consiguen extender no ya el "american way of life", sino la forma de entender la vida de la prisión, la ley de la selva en estado puro, la del más fuerte, la costumbre de dormir con un pincho debajo de la almohada. Las políticas americanas de hegemonía comercial y expolio de recursos naturales sólo nos llevan al borde del abismo, a una situación desesperada en la que los más desfavorecidos llegan a la conclusión de que es mejor morir matando atado a una bomba.

Creo sinceramente que es necesario cambiar todo esto, y como primer paso, me parece altamente positivo que el presidente español, Rodríguez Zapatero, se desmarque y dé un paso a favor de la paz. Durante demasiado tiempo hemos seguido la máxima romana de "si vis pacem, para bellum". Me parece que después de dos mil años de progreso en Occidente, ya es momento de que entendamos que la violencia no es la respuesta, que la guerra sólo provoca más guerras, y que sustituir las palabras por balas o por bombas es una forma de reconocer la incapacidad de utilizar adecuadamente esas palabras. Más encuentros, más conferencias internacionales de paz, más reuniones, más concesiones, menos posturas rígidas, cambiemos el rictus; sólo así abandonaremos la estética carcelaria, y comenzaremos a vivir en algo que se parezca a la libertad.