Tuesday, May 25, 2004

Derrota tras derrota, hasta la resaca final

Si aún nos quedaba alguna esperanza de que España, mañana, fuese republicana, acaba de ser barrida por las lluvias de Mayo que acompañaron el séquito de confalonieros de la boda real.

O sea, que no basta con pagar de nuestros bolsillos los miles de millones que cuesta el acontecimiento, no basta con paralizar Madrid, con saturar los medios de comunicación con informaciones referentes al evento, con que las tertulias radiofónicas más reputadas contraten entre sus colaboradores a charlatanes expertos en las gilipolleces del protocolo, no basta con eso, sino que, además, cuando parece que todo ha pasado, viene la resaca de los comentarios a posteriori. España no es un país de ciudadanos, no es ni siquiera un país de obreros de derechas, como dije en otro artículo, España es un corral de súbditos, una cuadra de diletantes incultos especialistas en cotilleos, educados por el Hola! y otras publicaciones de más o menos la misma altura intelectual.

Llego el lunes al trabajo, y conste que soy periodista y que se supone que en mi entorno laboral la gente debería tener una cierta cultureta, llego el lunes, digo, y me encuentro a absolutamente todo el mundo, redactores, realizadores, montadores, documentalistas, todos sin excepción hablando del evento, que si Pertegaz para arriba, que si Ágata Ruiz de la Prada para abajo, que si examinamos a Leticia, y que mira los pendientes, Marta, y el peinado estaba fatal, sabes, leí muchas críticas que decían que le sentaba bien, pero es que esto es un peloteo, ¡y llevaba un traje de Vittorio y Luccino, Dios mío, no me digas que son los de las mangas esas! Y esto es sólo el principio, son las nueve y media de la mañana y ya las náuseas me obligan a ir al baño por decimoquinta vez para no vomitar ante comentarios como ése de que “no llovió, el cielo de Madrid lloraba de alegría por la boda”. Aaaggghhh...

Vale que vivimos malos tiempos para la revolución, vale que hoy por hoy este puñetero país es conservador, aunque vote por los pelos al PSOE (o quizás precisamente por eso, no olvidemos que Zapatero confesó públicamente que es “cristiano”, y Bono dijo que va a misa). Vale que aunque a mucha gente no nos guste, todos hemos terminado por tragar con el actual estado de cosas, y nos comemos con patatas a los Borbones y a sus yates, sus palacios, sus coches, sus viajecitos y sus juergas con putas y cocaína, vale que ya nos hemos cansado de repetir que esta democracia es una farsa, que después de todo al zángano y a los otros parásitos nos los colocó Franco antes de morir para que continuasen su magna obra, y que, como las dictaduras estaban mal vistas en Europa, montaron entre todos la juerguecita esta de la “monarquía constitucional y democrática” (hablando en serio: no me digan que no tiene miga el asunto). Vale que tragamos por el bien de todos, que aceptamos, que nos tapamos los ojos y que tiramos para delante para no seguir mirando hacia atrás con ira, pero, coño, es que esto ya pasa de castaño oscuro.

Vivimos en un país en el que la identidad nacional se asienta en símbolos como los toros, la paella y la monarquía, toma castaña, y eso por no hablar de la iglesia, Santiago y cierra España, camisa azul de ninguna esperanza, qué envidia me da leer libros de historia en los que fuiste un país dueño de su destino, un país en el que el pueblo tomó las riendas, un país, en fin de obreros con conciencia de clase, de esa clase humana que los asesinos franquistas arrancaron de raíz. El problema no es la puta boda, ni los 1500 millones, el problema es que aquí a todo el mundo le da igual sentirse o no ciudadano, a todo el mundo le importa una mierda la justicia, la libertad, la igualdad, la fraternidad y la madre que parió a Panete, aquí lo único que cuenta es la encuesta publicada por la que la gente “califica” a los asistentes a la boda, y que la mujer del presidente de l a Generalitat saca un uno en elegancia, pero por Dios, cómo se pone eso, parece que va al campo. Lo grave es que entre los titulares destacados se señale que “la prensa extranjera dice que España recobra la alegría tras los atentados del 11 M”, lo grave son los vestidos y las pamelas mientras a las puertas del palacio se arrastran los moracos y los negratas infectados por la muerte roja del fundamentalismo, la guerra, el hambre y la pobreza. Lo grave son los palacios ocupando portadas mientras los desahucios ni siquiera logran una noticia en las páginas de local, lo grave es que estas garrapatas vivan a todo tren a costa de los desheredados, que la vivienda suba y los salarios bajen, que el empleo sea más y más precario mientras estos lo tienen asegurado de por vida gracias al erario público y sin haber pasado examen de oposición, lo tremendo es el despilfarro y los fastos, lo que haga falta, pero no nos pidan que arreglemos el país, que eso es de rojos, al César lo que es del César, a Dios lo que es de Dios y al pueblo lo que es del pueblo, o sea, nada, los mocos y a lo mejor un pañuelo para que se los limpie, cortesía de su Majestad, y así no se enturbia el paisaje de fondo de la boda.

Ya sé que hablar de todo esto en momentos de alegría generalizada no es apropiado, ya sé que me llamarán pesado, mosca cojonera o abuelo cebolleta, pero es que no entiendo cómo de repente la lluvia lo barre todo, no comprendo esta España invertebrada, no me cabe en la cabeza este marasmo de pamelas y cerebros glaseados, no capto la ironía de Ágata y su vestido de bandera tricolor, no me río con las gracias del tal Boris hablando del glamour y el protocolo, no me interesa la aventura equinoccial del puñetero coronel que entro en la iglesia, no quiero que me coman el coco con esta droga de papel couché, este fluido rosa lixiviado por la enfermedad neuronal de los vasallos, no quiero infectarme con el Kreudfeld - Jakob de las vacas locas vestidas por Vittorio y Luccino. Sólo aspiro a que pase pronto esta primavera negra, y que lleguemos, no derrota tras derrota hasta la victoria final, como decía el Che, sino a la embriaguez de la anestesia, a la ausencia de dolor, a la ataraxia y a la petit morte de las resacas. Porque en este plan, el pueblo, uncido, siempre será vencido. Y he dicho uncido, sí. Como los bueyes.