Resulta que al final, perdieron, amor, y muchos no acabamos de creerlo, muchos aún tememos que lo impugnen, como ya ha anunciado un tal Trillo, muchos pensamos que cuando una clase social, la suya, está tan acostumbrada a ganar en todo, difícilmente soltará por completo el bocado de poder. Cascos se autodefinía como un “doberman”, aunque yo creo que estos tipos son más bien como bull dogs, es decir, que al morder se les encajan las mandíbulas y no las abren ni con escoplo. El bocado de poder, el sabroso mordisco, la sonrisa de caimán que tritura, y desgarra, que mastica y hasta escupe, la boca que vomita espumarajos, que arremete verbal, o físicamente, y luego se sorprenden en forma teatral de que la gente le rechace. La boca que todo lo muerde, o sea, como el ojo del Gran Hermano, pero en plan tubo digestivo, que da más grima.
Han luchado hasta el final, estaban dispuestos a que se anulasen los votos provenientes de Venezuela, que ya se sabe que allí manda un comunista, y espérate que no me chive a papá Bush y te invadan a ti también, para que te enteres. Han luchado y han perdido, aunque todavía les queda el lado oscuro, la técnica postelectoral, lo que en términos de gabinete de comunicación, o Miguel Ángel Rodríguez’s way, se llamaría ingeniería parlamentaria. O sea, lo que hicieron en la Comunidad de Madrid, que habiendo dinero de por medio, siempre es factible encontrar un sociata corrupto, un Tamayo dispuesto a vender su primogenitura por 1500 millones, que total, es lo que nos quitamos de pagar de la declaración de la renta gracias a las buenas artes del gestor.
Al final perdieron, pero por poco, al final hubo que arrancarlos de las piedras gallegas, de las lajas, al final se convirtieron en lampreas, en moluscos fundidos a la roca, al final a Fraga habrá que sacarlo de allí con cama y todo, porque las sábanas se le han pegado, pero no por el sueño, que también, sino por las secreciones propias de la edad y la mala leche.
Fraga saldrá a la Praza do Obradoiro arrastrándose y blasfemando, dejando jirones de sí mismo en las esquinas góticas de Fraguel Rock. Fraga se va y nos quedarán sus exabruptos, sus salidas de tono, sus insultos. A Fraga, aunque se marche, habrá que expulsarlo mucho tiempo después mediante exorcismo, o conxuro, y su rostro deformado por la bilis y el vómito verde quedará grabado de forma indeleble en las columnas románicas de la catedral de Santiago, como el ectoplasma del franquismo que todavía recorre la España demediada.
Fraga ha sido una enfermedad, un virus, un mal que ha aquejado primero a la sociedad española, y luego a la gallega. En Fraga han convivido el padre padrone, el general, el cura corrupto, el cacique, el soldado de Cristo, el dictador. Fraga ha sido un trozo de guerra, Fraga es el resto vivo, o casi, del conflicto, Fraga es lo que queda del túnel. Fraga ha sido la familia de Pascual Duarte, empeñada en demostrar su propia existencia después de que a Pascual le pasaran por el garrote vil.
Fraga, leyenda gris de la España negra, vampiro en una Transilvania atlántica y lluviosa, Fraga, o el relente nocturno, la rebeca, don Manuel, abríguese que chove, Fraga fue el chamán de la Galicia Caníbal de la que hablaba Antón Reixa, Fraga fue el gran dictador, o lo hubiera sido si no se hubiera cruzado en su camino un tal Franco, que mandaba más, carallo.
Fraga es una caricatura, una broma pesada, un esperpento, y nadie tendría que haberlo tomado nunca en serio, porque cuando se comienza a dar crédito a los que gritan mucho, se les termina entronando. Y luego llegamos a situaciones como esta, grandes chamanes de la tribu apoltronados durante siglos en los wáteres de su poder, agitando la escobilla como si fuera un cetro, diciendo una chorrada tras otra, como la última de que a una mujer no puede preguntársele con cuántos se lo monta, y jaleados por una turbamulta atrapada en el enigma de la docilidad, (con permiso de García Olivo).
Fraga, corazón, aplícate el cuento, y sigue los consejos de ese otro insigne paisano tuyo, censor del régimen y premio Nobel de Literatura, sigue sus instrucciones y vete a morir a Benidorm, entre las ruinas de tu inteligencia y a la sombra de las muchachas en flor, que a lo mejor de tanto verte cerca empiezan a enterarse de con quién se acuestan. Más que nada como medida profiláctica.
Antonio López del Moral
Wednesday, June 29, 2005
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