Friday, December 03, 2004

Esperando un respiro

A estas alturas de la película no debería sorprender a nadie el patético espectáculo que están dando las señorías del PP. No debería sorprendernos, digo, porque la clase social a la que representan (digámoslo sin ambages: la clase adinerada, los del pisazo en Serrano y la casona en Santander para el veranito, los del confesionario y la faltriquera de 21 gramos, pero de oro, los de la oscuridad de semen retenido y sacristanes), esa clase social, sí, tiene a sus espaldas un amplio historial de comportamientos ejemplares en democracia. Desde el sutil episodio del Dragon Rapide de no hace tanto hasta el reciente affaire de la Comunidad de Madrid, la burguesía acomodada, los militares de las jerarquías y los altos cargos de la iglesia se han venido caracterizando por un rechazo visceral a todo lo que huela a popular.
Pero resulta que ahora se lleva ser demócrata, ya ves tú, y a estos señoritos se les llena la boca hablando de democracia en Cuba, en Venezuela, y en todos los lugares en los que su doctrina neoconservadora del capitalismo salvaje no ha terminado de cuajar. Ahora lo que se lleva es el voto, porque los tiempos han cambiado, hay que renovarse o morir, así que, por favor, no me hables más de mi pasado oscuro, no me recuerdes a Franco, a Mussolini, a Hitler o a Tejero, no me arrojes a la cara los viejos fantasmas, que para eso hemos pasado una transición ejemplar, y nuestro reyecito hace el esfuerzo de pasearse en yate y de veranear en palacios de invierno sólo por nuestro bien.

Ahora hay que ser demócrata, ahora hay que respetar, aunque por detrás de esos hermosos mascarones de proa del “moderado” Rajoy, y de los suyos, continúen aullando los dobermans de la discriminación y del agravio comparativo, porque siempre ha habido clases, por favor, sobre todo cuando se pertenece a una clase tan cool como la que juega al pádel en el Palestra de Pradillo, en Madrid. Ahora hay que votar, y rasgarse las vestiduras ante los comportamientos poco democráticos de quienes no entran en el juego, ahora hay que meterla en las urnas, la papeleta, quiero decir, y si los resultados no nos favorecen, siempre nos quedará el dinero, los 1500 millones por cabeza que pagaron a Sáez y Tamayo por ausentarse de la Asamblea de la Comunidad de Madrid en la sesión de investidura. La democracia es la clave, la palabra mágica, el alojomora de esta historia de Harry Potter en la Cámara Secreta, sólo que la Cámara Secreta es la del Congreso y el basilisco que aguarda dentro se ha dividido en un montón de diputados que arrojan fuego por los ojos y mierda por la boca.
El espectáculo está servido, la bronca se institucionaliza en el parlamento, y las razones, y las palabras, y los argumentos, se van sustituyendo de forma nada sutil por los gritos, las patadas, los insultos y los salivazos, pero luego, de cara al exterior, mantengamos las formas, que ya decía ese viejo refrán franquista (que igual hasta era del Opus Dei) lo de virtudes públicas y vicios privados. La corbata bien atada, el traje impecable, las uñas con manicura y los zapatos, ah, los zapatos, relucientes y embetunados, que no hay nada que te levante más la conciencia de clase superior que sentarte en uno de esos sillones carpetovetónicos que todavía hoy se mantienen en algunos hoteles, como el Palace, y permitir que un proletario domado te saque brillo al tafilete mientras lees las cotizaciones de bolsa en el Wall Street Journal. Hay que mantener la compostura, hay que tratar a los criados con educación, pero con firmeza y distancias, no dejemos que se quiten el uniforme y, por supuesto, que pidan permiso antes de dirigirse a nosotros, no vayan a pensar que somos iguales, siempre ha habido clases, por favor.
La bronca, la bronca del parlamento, los gritos y ladridos de los dobermans, las invectivas y los desplantes, ahora me cabreo y me marcho, y te dejo con la palabra en la boca, y no te ajunto, porque no piensas como yo, porque no acatas lo que digo, porque lo que estás planteando, aunque sea de una forma muy difusa, es cambiar el estado de cosas, y de eso nada, a ver si resulta que ahora me va a tocar a mí limpiarle los zapatos a un proleta. Así que de cambios nada, de leyes igualitarias nasti de plasti, las parejas homosexuales que se vayan a tomar por retambufa (como dice ese insigne “progresista” y por otra parte gran escritor, Jaime Campmany), las mujeres que se aguanten y no pidan más, que ya tienen bastante con que las dejemos salir de casa a currar por menos dinero, ¿y qué es eso de educación laica, condones, sexo seguro y parejas de hecho? Basta ya de tonterías, de talante y de diálogo, a partir de ahora establecemos la bronca, el hooliganismo parlamentario, los gritos, las patadas, los insultos, porque de lo único que se trata es de que el PSOE no termine la legislatura, lo único que queremos es echarles, al precio que sea.
La bronca, sí, la mierda vomitada, porque el PP insulta, cuestiona, se ríe del otro (como el tal Moragas, nuestro hombre en La Habana, que se reúne con conspiradores y luego se sorprende de que no le dejen entrar, pobrecillo), la estrategia del acoso y derribo, la ausencia de razones y la superabundancia de vituperios, el ataque permanente como mejor defensa, porque para que no me echen en cara mis miserias, nada mejor que poner sobre el tapete las de los demás. La estrategia de la cortina de humo, o la de la tierra quemada en tiempos de guerra, porque estos tipejos siempre están en guerra de uno u otro modo. Así que arremeten contra todo el mundo, acusan de terroristas a partidos elegidos democráticamente, tachan de asesinos a políticos, a periodistas, y a cualquiera que se atreva a discrepar de su doctrina oficial, de su pensamiento único, de esa Biblia que no es la del Opus, pero que también, coño, también. Y luego se echan las manos a la cabeza cuando les acusan a ellos de haber apoyado un golpe de Estado, tiene narices.

Por supuesto que Aznar apoyó el golpe contra Chávez, al igual que su antepasado y mentor espiritual, o sea, Franco, apoyó en su día el golpe de Chile y el asesinato de Allende, igual que el presidente de honor de su partido, un dinosaurio llamado Fraga, apoyó durante su reinado en el Jurásico superior de la España invertebrada las dictaduras de los sucesivos oligarcas sudamericanos, como Videla, como Batista. Otra cosa es que no sea políticamente correcto contarlo de sopetón en un programa de la tele, otra cosa es que no sea prudente que un ministro de Exteriores lo suelte, así, sin anestesia, otra cosa es que el momento no sea el adecuado. Pero teniendo en cuenta la que están organizando los peperos en todos los ámbitos de la vida política, considerando el grado no ya de crispación, sino de “tombolización”, que están propiciando en la sociedad española, creo que más que seguir hablando de “defectos de forma”, lo que conviene es pedirles que se tranquilicen, que se lo tomen con calma, que nos están estresaaando, hombre. Que se dediquen a sus cositas, al pádel, a las cacerías, a los yates, a los restaurantes caros y a los trajes a medida, y que dejen ya de una vez de gritar, que luego, cuando les gritan a ellos, cuando la gente se levanta, y se manifiesta frente a sus sedes, se ponen nerviosos, y dicen que hay una campaña orquestada, una conjura judeomasónica, o salen con lo de que estamos todos manipulados. Un poquito de por favor.

Antonio López del Moral

Thursday, November 25, 2004

Chávez, un suponer

El principal (que no el único) problema de la derecha es su peligroso escoramiento hacia la sinrazón, un suponer. Imaginemos –un suponer, ya digo- que esa derecha detentase de facto el poder económico, o sea, que fuesen los dueños de los consejos de administración de las empresas, de las empresas propiamente dichas, de los bancos, y de las universidades privadas, y, ya puestos, de una buena parte de los medios de comunicación. Sigamos imaginando –suponiendo, supongo- que además tuviesen acceso directo a las conciencias de los ciudadanos a través no ya de los programas del prime time, que para eso está la telebasura, que también, sino de alguna organización de tipo filosófico, o religioso, una organización que todos los días crease opinión por medio de los púlpitos, y cuyos principales representantes apareciesen cada dos por tres en esos medios de comunicación afines para impartir doctrina (y no, por favor, no imaginemos que esa organización de tipo religioso o filosófico tuviese asimismo en sus manos una parte importante de la enseñanza privada y concertada, no, eso sería ya demasiado, ¿no les parece?).

Sigamos suponiendo, un suponer, que esa oligarquía tendente por naturaleza a acaparar, a incrementar su fortuna (o a amasar, como se decía antes), y a mantener a toda costa sus privilegios, se viese de pronto amenazada por algún partido político que, en su ideario, incluyese cosas tan “peligrosas” como el reparto equitativo, la laicidad del estado y su independencia frente a esas organizaciones religiosas o filosóficas, que paguen más los que más tienen, que se protegiesen de forma efectiva los derechos de los trabajadores, que se garantizase un sistema de educación, de seguridad social y de seguridad ciudadana financiada por todos, etcétera, etcétera. Imaginemos eso, y, entonces, pensemos que haría esa supuesta, imaginada, ficticia y poderosísima oligarquía ante la perspectiva de una clase social emergente, tradicionalmente humillada, que de pronto empieza a despertar y habla de cambiar la realidad, de tomar el poder, y por ahí. ¿Cómo reaccionaría entonces esa mafia del baile?

Podría elucubrar mucho sobre ello, escribir los augurios más tristes esta noche, amor, pero prefiero volver la vista atrás con ira y repasar un poquito de la historia. En España, en 1936, esa oligarquía (o derecha, por llamarla de otra manera. O Partido Popular. O Iglesia. O bancos), propició un golpe de Estado sangriento que desembocó en una de las guerras civiles más dolorosas del siglo XX, una contienda en la que murieron miles de personas y que culminó con cuarenta años de dictadura, cuatro décadas de soledad, un tunel negro de sotanas y pistolas en el que, para avanzar, había que ir siguiendo en el suelo el reguero de caspa. En ese pasillo oscuro y lleno de fotos de viejos con parche en el ojo, las oligarquías afianzaron su poder, tomaron por completo el cortijo y se repartieron los cargos de las empresas más grandes, hicieron la astilla del botín, y cimentaron las bases de la sociedad en torno a los tres pilares básicos de Dios, Patria y Justicia, que en realidad quería decir Dios, Pasta y Presbicia, o, por decirlo de otro modo, cortedad.



Después llegó la democracia, y aunque algunos se inquietaron, las viejas oligarquías de crucifijos, nobleza y empresas familiares comprendieron rápidamente que la democracia no era un peligro, siempre que se tratase de una democracia capitalista. Así que se apresuraron a apoyarla, eso sí, con la guinda de la coronita, había que mantener las formas, que las formas son importantes, ya se sabe, y además el reyecito tiene formación militar, que nunca viene mal. De modo que, vale, aceptamos democracia como animal de compañía, pero no me toques los márgenes de beneficio, que enseguida vamos a pasar a llamarlos cash flows, y ya verás qué guay, cómo cambiamos todos y qué modernos nos hacemos.



En esa supuesta democracia de esta supuesta, imaginada, ficticia y desdibujada historia, sin embargo, no se podían cuestionar ciertas cosas, porque entonces todo el mundo se te echaba encima, y te colocaba en el culo la marca de fuego, la flor de lis de eso que todos ellos, la Iglesia, los bancos, las oligarquías, siempre habían sido: antidemocráticos. Lo peor ahora es ser antidemocrático, porque, como todos entendieron rápidamente, la democracia capitalista es mejor negocio que las dictaduras fascistas, está mejor vista, así que ni la rocen, por favor, y extendámosla por el mundo, y que viva la buena nueva. No seamos antidemocráticos con esta supuesta democracia de banqueros y empresarios, no pongamos en tela de juicio esta farsa con corona, en la que los hijos, nietos, sobrinos y bastardos del dictador y de los aspirantes al trono se pasean por los programas de telebasura, escupiendo chorradas.

No cuestionemos, porque los que cuestionan desde propuestas alternativas, enseguida entran en el saco de los marginales, los terroristas, los extremistas, los iluminados, o, como decía Aznar, en tono apocalíptico y casi echando espumarajos por la boca, los comunistas. Así que sin cuestionar, prietas las filas, apoyemos y aplaudamos las democracias con denominación de origen, como la americana (en la que el olor a puchero ya revuelve muchos estómagos), la de ese curilla con nombre de botellón del parlamento europeo que se opone a los gays, a las mujeres, a las parejas de hecho, y a todo lo que no huela a iglesia. La democracia de Berlusconi, que propone bombardear las pateras, o la de Puttin, especialista en gasear teatros, o la de Ucrania, con más pucherazos, o las “democracias” grabadas a fuego en Irak, donde pretenden celebrar elecciones con los que sobrevivan a las bombas (ya se sabe que el capitalismo se basa en la ley del más fuerte), o las de Palestina, que, por no tener, no tiene ni territorio... En fin, podría seguir con las democracias más tristes esta noche, amor, pero resulta que de lo que habla la gente es de la antidemocracia: la de Fidel, que, joder, es que es un dictador, ¿no?, o la de Chavez, que es que quiere estatalizar el petróleo, y las empresas, qué personaje.

Se habla, sí, de antidemocracia, pero, ¿cuál? ¿La que se opone a la hegemonía de las empresas, a la globalización, a Microsoft y sus secuaces, a la Europa del capital y la América de las bombas, la que no se traga el cuento del pueblo elegido, la que entre morir de un navajazo en el metro de Nueva York o de hambre en las calles de La Habana, elige lanzar una piedra contra los cínicos y los escuálidos (con perdón)? Antidemocracia, sí, la que no quiere seguir negociando, porque en la negociación el débil siempre pierde, siempre es manipulado, siempre sufre amenazas, o sobornos, la que no quiere sentarse en una mesa con su opresor a negociar la longitud de la correa con que le atan, porque está acostumbrado al aroma del grisú, y no de la lavanda. La que no transige con sobornos, la que no acepta medias tintas, la que se rebela contra esta Matrix del siglo XXI en la que el agente Smith se pone las gafas oscuras, pero para que no se le note que está muerto de risa.

Si la democracia es participación, entonces participemos, contribuyamos a crear ese algo nuevo de lo que nadie se atreve a hablar, y que en el fondo todos imaginamos. La sociedad en la que vivimos no es ya que tenga contradicciones, es que basa su esplendor en el fuego en el que se queman los desarrapados de todo el mundo. Es indecente que mueran de hambre no me acuerdo cuántos niños diariamente, que la malaria u otras enfermedades hagan estragos, y que las multinacionales del medicamento continúen con sus políticas de patentes. Es repugnante que empresas de todos conocidas hagan campañas a favor de la solidaridad, mientras en sus delegaciones del Tercer Mundo chavales de menos de 12 años trabajan en jornadas sin jornal, jornadas a chorros. No hay derecho a que se vaya hablando de democracias capitalistas a países estrangulados por la deuda externa y sangrados por las multinacionales de la globalización, no tiene sentido continuar con el discurso de la optimización de la empresa, de la bondad de la hamburguesa y el saneamiento de la economía gracias al despido libre y la privatización de lo público. No podemos continuar haciéndonos fotos con asesinos de corbata y padrenuestro, con criminales de biblia, horca y crucifijo, con fascistas recauchutados y transformados por la magia del márketing en neo-cons, en liberales, o, simplemente, en apolíticos.



Y en medio de todo esto, se monta el pollo porque un tal Zapatero recibe a un tal Chávez, y se critica que se haya apartado del club de los poetas violentos, y que ahora se ponga del lado de marginales como Lula Da Silva y otras especies del Cono Sur. Se pone el grito en el cielo porque un tal Moratinos diga que un tal Aznar apoyó el golpe de estado contra ese tal Chávez, cuando resulta que en su partido aún hay muchos que se niegan a retirar símbolos que conmemoran el otro golpe del que hablaba al principio, el del 36, y que el gobierno de su socio de saloon, con sombrero, y botas, y todo, tiene un amplio historial de apoyo a cuartelazos (uno de ellos, por cierto, cayó también en 11S: fue el que acabó con Salvador Allende).

Se ataca al del PSOE por sus declaraciones, pero nadie arremete contra el patrimonio que la familia del dictador Franco aún posee, contra el nepotismo (poco) ilustrado de los descendientes de los del régimen, contra asuntos como el de que la presidenta de la Comunidad de Madrid ocupe ilegalmente un cargo, después de que empresarios afines a su partido sobornasen a dos diputados. Se critica que España mire hacia otro lado cuando le piden que traiga las bebidas, y que hable con Los Otros, y que en lugar de dar cabezazos y de inclinarse miserablemente ante los americanos, ahora se niegue a levantarse al paso de su bandera, pero nadie se acuerda de la sonrisa meliflua de Aznar, de su expresión de sinceridad absoluta cuando dijo, mirando a cámara, aquella otra patraña suya de las armas de destrucción masiva, de cómo regresó de Tejas hablando en guacamole mientras en Europa era patéticamente ninguneado.



Yo personalmente, prefiero no apoyar más a los fuertes, a los de la mirada torcida y la sonrisa afilada, a los de los bigotes y los trajes, a los que dejan que les limpien los zapatos mientras consultan la cotización de la bolsa en el PDA. Yo personalmente prefiero alinearme con los no alineados, con los que no tienen nada que perder, con los que mueren a hierro y lloran plomo, con los que han sujetado a su hijo muerto en brazos, con los que han visto a un bulldozer tragarse su casa, los que no tosen en presencia del amo para que no les despidan. Yo no creo que las cosas puedan continuar así, no puedo sencillamente mirar hacia otro lado, yo no estoy de acuerdo con que vivamos en el mejor de los sistemas, ni con que la política sea el arte de lo posible. ¿Qué hacer? Que les pregunten a los clásicos, que sobre esto ya se ha escrito mucho.



Antonio López del Moral


Tuesday, November 16, 2004

¿Novelas? ¿Qué novelas?

Dicen que la novela ha muerto, lo cual es tanto como decir que ha muerto Copito de Nieve, esto es, ha muerto alguien que no existe, una entelequia, un zombi, una ficción, porque la novela no ha existido nunca y Copito de Nieve no es Copito de Nieve, sino un gorila con canas.

La existencia de la novela viene del afán taxonómico y clasificador de seres humanos que se empeñan en buscarle tres pies a un gato que tampoco existe, el gato invisible de Alicia en el País de las Maravillas, que tampoco es una novela, es el regalo de un padre a una hija.

En el principio no había novela, había poemas épicos que transcribían la tradición oral, pero que no se leían, sólo partituras que interpretaban con mayor o menor fortuna los trovadores. El mundo era perfecto en su cortedad imaginativa, hasta que llega la Celestina, y poco después el Lazarillo de Tormes, terremoto, todo al revés, y sobre la desnuda tierra, ¡por fin! literatura en estado puro, subversión brutal de lo que hasta entonces se entendía difusamente como un nuevo género, más allá de los poemas épicos de Homero y los cuentos de los trovadores.

Surge esa narración en primera persona, y el camino se parte, se bifurca, y de ese modo tenemos por un lado a los alegres juglares, empeñados en contar historias ejemplarizantes que rimasen, y al Lazarillo de Tormes, pura voz, puro lenguaje, literatura preciosa y pulida, como diría García Márquez, como huevos prehistóricos. Y la máquina se puso por fin en marcha, y los buenos discípulos crearon escuelas y aprendieron, hasta llegar a Quevedo, que fue la cima, el máximo exponente de la literatura, no de la novela, porque, ya digo, la novela no existe, es como Copito de Nieve, un falso gorila blanco que termina por morir de aburrimiento e inacción. Pero justo entonces, cuando parecía que estábamos en el buen camino, surge Cervantes y la inventa, y la novela nace pero muere también en el Quijote, para qué se iban a escribir después más novelas, si Cervantes ya las había hecho todas.

Y, a pesar de ello, los dos caminos continúan separándose cada vez más en la misma dirección, y si uno tuvo que pasar por Proust, Miller, Joyce y Dostoievski, el otro nos llevó a Flaubert, Dickens, Vargas Llosa y Chéjov, aunque lo discípulos de este último (como Carver) jugaban con dos barajas, y hacían bien.

Cuento todo esto no porque pretenda hacer una clase rápida de literatura, un curso CCC acelerado, sino porque quiero entender cómo se llega a lo que se escribe hoy, y por qué se ha abandonado actualmente la novela en su sentido clásico, y se habla de su muerte, y por ahí. Hoy estuve charlando con mis amigos Ángela y Paco sobre literatura. Son chicos de veintidós, veintitrés años, no leen, y su comportamiento está impregnado de ese nihilismo feble tan de moda hoy en día, cultura de botellón, lecturas fáciles, sexo light y cine no cuestionado, lugares comunes, como el de no votar porque ninguna oferta política les satisface. No quiero parecerme a Haro Teqclen hablando de la juventud, las críticas acaban volviéndose contra uno, como serpientes que uno creía bien domadas, la crítica envenena, intoxica, lacera, la crítica, en fin, es como la inteligencia, una especie de droga. La crítica es inútil, pero Paco y Ángela se referían el uno a Nietzsche (filósofo, no novelista), y la otra a Jean M. Auel (novelista, por llamarle de alguna manera, más bien autor de best-sellers), y cuando yo me empeñaba en centrar la conversación sobre escritores más vanguardistas, como W.G. Sebald o Bohumil Hraval, ponían cara de pez y desviaban la atención hacia otros temas.

La novela no ha muerto, o quizá si, o quizá nunca ha existido, hace mucho que no hay novelas, hoy, que se publican más libros que nunca en España, y las vacías ficciones suenan como sartenes huecas en una cacerolada de fantasmas. No sé quién dijo que una persona seria deja de leer novelas a partir de los 40, pero es que la novela en sí es un concepto demasiado serio como para no tomárselo a broma, y ahí está si no Bryce Echenique, genio de sí mismo, que sin querer hacer novela la hace, con esa seriedad irónica del género. Novela, armazón caduco, novela, estructura mantenida artificialmente de pie frente al gigante del cine, novela que aún lucha contra los molinos de viento de sus detractores, entre los que quizá yo mismo me cuento.

No hay novelas, hay historias, y no hay historias, porque todo es pensamiento y lenguaje, Steiner, la semiótica, el estructuralismo y las teorías deconstructivistas son las ciencias que han añadido aires nuevos al arte, a eso que seguiremos llamando novela aunque no lo sea, porque, como diría Cortázar, de alguna forma hay que llamarla. Quienes hacen hoy novelas alimentan un cadáver exquisito que cada vez apesta más, y las academias en las que se siguen organizando seminarios sobre ella son como casas ocupadas por murciélagos (Fontes), en las que Los Otros preparan sesiones de ouija para convocar a las almas de los habitantes de Comala, donde vivía un tal Pedro Páramo.

No es novela, pero de alguna forma tenemos que llamarla, y en esta era de las tecnologías el pensamiento cobra su verdadero valor, la imagen ya no vale más que mil palabras, porque las imágenes hoy nos saturan, y lo que vale más que un millón de palabras es la idea. La idea, el pensamiento, no cotiza a la alza, pero la novela (no es novela, pero de alguna forma tenemos que llamarla), se salvará cuando eclosione hacia la idea, cuando rompa todas las estructuras, las tramas y los armazones, cuando se libere y descarrile de los raíles en los que la colocaron Cervantes y sus secuaces. La novela es más novela cuanto menos novela es, y este ditirambo absurdo, este silogismo en bárbara, encierra la única verdad sobre este género, que, como dice Vargas Llosa, no es más que mentiras.

La estructura se ha carcomido, devorada por el óxido del cine y el periodismo, y cuando Tom Wolfe habló del Nuevo Periodismo y Capote de la Novela de No Ficción, no intentaban más que ceñir una estructura a algo que ya no la tiene, una tautología que ha terminado por fagocitar su propio esqueleto, porque alcanzó por fin la libertad de la madurez, el desarrollo sin tutor. Por eso la novela (no es novela, pero etcétera) al morir deja paso a algo mucho más libre y prometedor, la novela no muere sin descendencia, la novela deja paso a la escritura, al verbo, a lo que fue en el principio, esencia de la literatura, alma de la poesía, del teatro, de la narración y también de la novela, que no es novela, aunque a estas alturas eso ya no le importe a nadie.

Curiosamente hoy, cuando la novela que no es etcétera ya empieza a no hacerse, lo que se vende son las novelas en el sentido más tradicional de la palabra. Ya se sabe que el gentío siempre va por detrás, y así Michael Chrichton, Peter Berling, Pérez Reverte, triunfan, los best sellers abarrotan las librerías, y el mayor éxito editorial de los últimos años es Harry Potter, lo cual podría interpretarse como que el público es más infantil, más simple, menos exigente, y no quieren que le compliquen la vida (es la misma razón por la que, en política, triunfa la derecha: el deseo de no complicarse, de no embrollar el panorama con filosofías, con planteamientos, con programas, conduce irremediablemente al pragmatismo desideologizado del conservadurismo. Por eso a la derecha le interesa que se lea a Harry Potter, o a Pérez Reverte, o, qué diablos, directamente que no se lea). Novelas ligeras, historias suaves, personajes que no tengan caras ocultas ni cuartas dimensiones, es mejor comprender a la primera que perder el tiempo en intentar profundizar, sobre todo cuando no se posee la capacidad suficiente.

Hoy la inteligencia es un valor a la baja, y el interés inicial de un libro se mide, en primer lugar, por el atractivo de su portada, y en segundo, por la longitud de sus párrafos. Hace poco me escribió (es un decir) un individuo que me había leído por internet, y que en un mensaje muy gracioso y lleno de faltas de ortografía me aconsejaba “si kieres k t lean” (sic), que utilizase párrafos más cortos. El márketing llega no ya a las portadas y a los servicios de venta de la literatura, sino también a su estructura y organización. Terminaremos por incluir dentro de los valores de una obra, el que esté editada en letra Comic Sans Serif de 16, un tipo que a mí me gusta mucho, y que las frases “se ven muy bien”, y el papel tiene buen tacto. ¿Cómo no va a morir así la novela? Lo único bueno es que la vida irrumpe, la vida nos desborda, y todos esos tipejos incultos, ágrafos (de nuevo Umbral) y burdos, nos proporcionarán jugosos personajes para futuras cosas de esas que no son novelas, pero coño, de alguna forma tendremos que llamarlas.

Antonio López del Moral

Sunday, November 07, 2004

Muere Arafat

Muere Arafat, y Sharon brinda con champán en la Jerusalén ocupada, y planifica su siguiente paseo triunfal por la explanada de las Mezquitas. Muere el rais y se desvanecen también los extraños atardeceres de esperanza que su imagen proyectó sobre una buena parte de los palestinos. Siento una desazonadora congoja al pensar en la desaparición de Yaser Arafat. El hombre que pasó su vida esquivando los atentados criminales del Mossad, el hombre que sobrevivió a las invasiones, al encierro, al destierro y al ninguneo (Arafat es irrelevante, dijo no ha mucho Ariel Sharon), a las presiones internas de sus propios compañeros; el hombre que convirtió el pañuelo palestino en símbolo de rebeldía y cambio, el de la paloma y la bala, de la mirada cansada, y sabia, y tristemente esperanzada, el hombre que entró en Naciones Unidas con un kalashnikov en una mano y una rama de olivo en la otra.

Personaje símbolo como ningún otro, resto terminal de una época, cadáver arrojado a la orilla de una playa en la que no se permite entrar a los palestinos y en la que impúdicos ocupantes toman el sol entre sonrisas afiladas. Quizá el ahogado más hermoso del mundo que nos contó García Márquez, quizá sólo un muerto más, otra víctima sin nombre, sin país, sin derecho a una tumba bajo los árboles que abonó tanta sangre. Hombre estandarte o buque insignia, personaje trémulo y al tiempo lleno de energía, que trataba de apagar el fuego de la desesperación con el razonamiento tranquilo de su particular arte de lo posible.

Arafat era un póster de habitación de adolescente, Arafat era la adolescencia frente a la madurez obesa y con olor a pies de gente como Sharon, o Puttin, o Bush, o Aznar, o Berlusconi, tanto da. Arafat luchaba por algo sin construir, una quimera en estado de deconstrucción permanente, y quizá sea eso lo que le dota de más valor. Arafat pudo dedicarse a lo posible, a los hijos, a los libros, a los viajes, pero no fue capaz de dormir dos noches seguidas en el mismo lugar, y en su enorme caserón transparente poblado de fantasmas, tan reales, fantasmas que le seguían a distancia, que disparaban misiles y que accionaban bombas con teléfonos móviles cuando los teléfonos móviles eran mamotretos carísimos sólo al alcance de las élites, él concedía entrevistas en lugares secretos y continuaba hablando de asuntos incómodos, como si la propia filosofía de vivir a la contra le preservase de las balas y las conspiraciones del Mossad.

Arafat no era perfecto, ya lo sé, no fue un santo, ni un bendito, ni siquiera un héroe de leyenda, ni un revolucionario atroz, ni un estratega. No fue un César visionario, no fue un Lenin, no había en su personaje un aura excelsa, no consiguió aglutinar a todas las facciones de su pueblo, no contaba con todos los apoyos, pero había en su carácter de personaje – símbolo una fragilidad extremada, una trémula atemporalidad que le acercaba y le humanizaba, que condensaba en él todas las lágrimas y heridas.

Muere Arafat y se rompe, ay, un equilibrio que se ha mantenido durante años, y Estados Unidos ya planea un gobierno títere presidido por Mohamed Dahlan, al estilo de las repúblicas bananeras, otro Iraq, otro Afganistán, Oriente, Oriente, qué tristeza de leyenda, qué paisaje en negro sobre siluetas de pozos de petróleo. En los dólares aparece, sí, la pirámide truncada de los lobbys judíos, in God we trust, por supuesto, en ese Dios en cuyo nombre todos matan, ojo por ojo y fundamentalismo por fundamentalismo, y no se nos olvide que la ley del talión la inventaron los hebreos.

Oriente especiado y especial, qué incomprensible para el resto, qué terrible, en Palestina las organizaciones extremistas Hamás y Yihad islámica, que con Arafat nunca llegaron a entrar en el gobierno, afilan ya los cuchillos para repartirse el flamante pastel. En las calles se sigue hablando de Intifada, en los despachos, de transición pacífica, y en Estados Unidos, de elecciones, lo que no deja de ser un sarcasmo atroz.

Elecciones en una democracia superpuesta, elecciones como las de Florida, o las de Ohio, elecciones de urnas de cristales rotos, muros de metacrilato que, como diría Kiko Veneno, no nos dejan olernos, ni manosearnos. Elecciones en una tierra quemada, tierra de casas destruidas, baldíos y páramos ausentes en barbechos que nunca saldrán de ese estado, elecciones, qué ironía, qué moto nos venden, qué cachondeo. No les quedará más remedio que pactar, Abbas, Qurei, pactarán en otro arte de lo posible distinto al del rais, pactarán con quien les digan los americanos, por la cuenta que les trae. Y mientras tanto, otro niño de catorce años muerto por el ejército israelí, desangrado con un tiro en la cabeza delante de unos soldados que no permitieron pasar a la ambulancia que venía a socorrerle. Y la bestia de Sharon relamiéndose…

Antonio López del Moral Domínguez

Tuesday, September 28, 2004

Astilleros en huelga

Astilleros en huelga, la pedrada, la astilla, el descontrol, el salto, el talante doblado, la mentira, la palmadita en la espalda, la traición. El trabajador siempre pierde aunque negocie, el trabajador, el obrero en pie de guerra, el obrero, ay, qué palabrita tan demodé. Como siempre el obrero es el culpable, como siempre, el obrero, nos perturba, como siempre nos mancha las paredes con la grasa de sus manos, tan distintas. Sólo me faltaba escuchar, esta mañana, a algunos en la SER diciendo que no son maneras de protestar las de estos compañeros del metal, o de la astilla, o del barco. Sólo me faltaba comprobar en ellos el aburguesamiento imparable de esta sociedad que, en la plataforma conformista de su comodidad comprada, empieza a mirar con ojos de perro azul a los que tienen las manos sucias de carbonilla y opresión.

El astillero onettiano, el astillero, la destrucción de otra empresa, el triste paro, los lunes al sol, veinticinco años de esfuerzo para esto, para engrosar las listas, para languidecer en las colas del INEM, que es el único destino que en este necapitalismo de tercer milenio se le permite al obrero defenestrado. Eso, o el cupón de la ONCE, elija usted, y no pierda la esperanza, o no me llames iluso porque tenga una ilusión, no. Llámame mejor gilipollas.

Hemos perdido el sentido de solidaridad, no entendemos ya las huelgas, sólo queremos que esas piedras arrojadas por los proletarios en sus jueguecitos de la edad tardía no nos caigan cerca. Aspiramos a tomar la cerveza en las terrazas mientras al otro lado, en la calle, desfilan esas manifestaciones tan exóticas de gente que grita. Astilleros en huelga, qué vergüenza, y nos creemos la mentira del gobierno, nos tragamos la necesidad de despedir, las reconversiones de plantilla, los reajustes, y depositamos en la SEPI esa esperanza que en el fondo nunca tuvimos en los sindicatos. Hay que optimizar la empresa pública, hay que obtener beneficios y cash flows, hay que dejar en la calle, sin trabajo, sin esperanza, sin brillo en los ojos, sin dinero, a los que ya no sean útiles, los viejos, los débiles y enfermos, los de siempre.

Y nos tragamos esa píldora, ya ves, nos creemos que para que la sociedad funcione se tienen que seguir forrando los banqueros, que si los empresarios tienen yates, y palacios de invierno, y vidas de oro, nuestras existencias de estaño y tierra seca deben seguir igual, que guay. Resígnate hermano, resígnate cristianamente, que si nos portamos bien, y no damos la nota, quizá nos lleguen los huesos de sus banquetes, y en esas casitas que nos hemos comprado hipotecándonos para los restos, podremos algún día hacer una pequeña reforma, y colgaremos de la pared un televisor de plasma para ver Gran Hermano, que con tanta definición, es que son una gozada.

El astillero en huelga, grita, y llora, y la sociedad mira hacia otro lado, el astillero sangra por los golpes, los disparos de goma, los mordiscos, y los perros gruñen al unísono, y corean consignas que no entienden, y los esbirros ladran en los medios, en las televisiones, en las calles, en los foros, y nadie entiende muy bien qué está pasando, nadie comprende este follón, nadie lo acepta. Es que esto es anacrónico, ¿verdad?, estas cosas ya no pasan en España, esto pertenece a otras épocas, otros países menos desarrollados, otros ámbitos. Y en sus casas, tristes, serios, aceptando sin aceptar la bofetada, los hijos de los parados les preguntan, los hijos ven llorar a sus padres y no quieren, los hijos no encuentran ya el actimel en la nevera, los hijos escriben las cartas a los reyes, y junto a las barbies que nunca llegarán, les piden que papá no beba tanto.

El astillero, el astillero, qué vergüenza, el capital debe ser privado, se sostiene, privado de razón, de sentimientos, privado de luces y de ideas, privado de privaciones, qué total. No entiendo esa filosofía de la empresa, no compartiré jamás sus postulados, no apoyaré nunca el beneficio si para conseguirlo hay que exprimir, robar, pisar el cuello. No me trago las mentiras de las SEPIS, no quiero un gobierno que me insulte, no deseo votar a los banqueros, no creo, como dicen, que en Moncloa no puedan hacer nada en este asunto. He votado hasta ahora, y pago impuestos, y aunque no confío en esta sociedad, la apoyo, pero considero que ya es hora de que nos dejen de engañar, ya es tiempo de romper esta mentira, y si en el gobierno no pueden hacer nada, habrá que quitarlo y poner otro. Y no me refiero a los del PP, por supuesto, pero tampoco a Izquierda Unida, con sus postulados verdes y moderadamente carmesíes. Quiero decir un cambio de verdad. Mientras eso llega, vayamos a esas barricadas de Sestao y Sevilla, o a la manifestación convocada en San Fernando, y, por favor, no critiquemos, desde nuestra comodidad de plasma de 52 pulgadas las acciones de quienes sólo defienden lo que es legítimamente suyo.

Antonio López del Moral Domínguez

Sunday, September 26, 2004

Europa se hundió

Oriente embravecido, occidente en pie de guerra, tiempos de violencia, días de ira y resquemor, arden los muros de la patria no se si mía o de quién, arde París, y sobre el fuego de las espaldas mojadas, se atrincheran los restos de una civilización empeñada en seguir existiendo. Tenemos pintores y escritores, cultura occidental a precio de saldo, tenemos filósofos, cineastas, sociólogos, economistas, tenemos periodistas de cañones recortados, como la Fallacci, que hablan de la rabia y el orgullo e incitan a la rebelión popular y fascista contra el inmigrante, como muecines a la oración, o a la guerra santa, que viene a ser lo mismo. Tenemos y no tenemos, cultura o esculturas sobre aire, huecograbados de civilización fosilizada, porque Occidente ya está superado por la historia, por las desigualdades sociales, por los grandes bancos, por la lucha de clases y sobre todo por Marx y Bakunin.

Occidente es en sí y a pesar suyo una momia y no precisamente como la de Lenin, un cadáver exquisito que, desde su rigor mortis, se ha empeñado en luchar tan denodadamente contra todas las alternativas que se le presentan que se ha quedado sin ninguna. Y suenan los viejos clarines llamando a la oración y al mar oscuro, y grita la Fallacci que nos invaden, nos invaden, y sale Berlusconi con que hay que bombardear las pateras, y digo yo que si tanto miedo suscita recoger a los náufragos de la historia es porque Europa se hunde, como decía Miguel Ángel de Rus.

Pero llegan, los que llegan, y no encuentran más que ruinas peladas, una idea de construcción en la que no aparece por ninguna parte la palabra solidaridad, y no hay trabajo más que en obras sin contrato y calles de prostitución y delincuencia, y aún así se quedan, porque el mar sólo se cruza en patera para ir a un sitio mejor, y no hay salvación, no hay esperanza, no hay nada más que decorados y cementerios, y esquinas para mendigar que ya han sido ocupadas por otros pobres más avispados, y en las puertas de las iglesias los curas hoy cobran impuesto espiritual, a talego la jaculatoria, o a seis euros, como se dice ahora.

Así que muchos, puestos a elegir entre la muerte del mar helado, la indigencia y el bote de pegamento en Europa, y la salvación eterna, las huríes y los jardines de leche y miel al otro lado del espejo, se decantan por esto último. ¿De qué nos extrañamos? Ante eso no hay laicismo que valga, ni separación de poderes, ni Rousseau, ni Montesquieu, ni siquiera Marx, que fue el único que ofreció esperanza más allá de los dioses. Ante eso, lo único que hay es el cinturón de explosivos.

Europa se hunde, de Rus, qué razón tenías, Europa no es nada más que el hermano pequeño del otro, el del sombrero y las botas, Europa, hamburguesa de imitación, sucursal de la gran franquicia, establecimiento autorizado Levi's, Europa como ausencia, Europa, Europa, fuiste cuna de civilizaciones, fuiste universidad, biblioteca y faro, fuiste referente, y hoy, cuando empiezas a existir en la historia, sólo eres un débil mamporrero del capitalismo salvaje, una gran tienda en la que se vende de todo menos esperanza y salvación. Europa de los bancos y las empresas, Europa de Cartier y de Peugeot, y no de Sartre y Camus. Nos hemos olvidado de los pobres, los hemos arrojado fuera sin miramientos, pero luego no queremos verlos deambular como zombies por las rutilantes avenidas de nuestras capitales, por favor, límpieme usted la plaza que queda muy mal tanto harapo. Hemos arrasado la esperanza, la hemos convertido en concepto, en tema de películas, en cuento de niños, hemos dejado de creer porque nos hemos rendido a la reacción y tirado la toalla, y dado que en este escaparate ya no vendemos fe, los desarrapados se aferran al islam, que de fábulas anda sobrado.

Europa se hunde, sí, Occidente entero empieza a zozobrar, porque no se sostiene un sistema que se basa en la miseria del resto del mundo. Europa, Europa, se necesita un cambio, un trastoque, un giro de ciento ochenta grados en el mundo, pero si llega esa revolución, ese paso adelante, tiene que venir de ti, tiene que hacer borrón y cuenta nueva partiendo de la filosofía, el pensamiento, la libertad, la igualdad, la solidaridad y la justicia, el reparto y el desarrollo, porque de lo contrario será un paso atrás, y ese terremoto que ya hace temblar las paredes de la historia, será protagonizado y absorbido por los muecines medievales, por los que llaman a la oración, por los absolutistas de Dios, versiones modernas de Guillermo de Ockham, pero sin haberlo leído.

Europa, Europa a medio hundir, no hay que tener miedo a las estructuras derribadas, a lo nuevo, Europa, en fin, Europa reconstruida, amasada, repensada, Europa será solidaria o no será, Europa is different, o sea, o lo debe ser, diferente a todo, a los estados, a las empresas, a la política, Europa de los trabajadores, Europa, si es que esa palabra tiene algún sentido, lo será por sus gentes, porque son los pueblos los que protagonizan las revoluciones y los cambios, y no por sus países, porque los países hace tiempo ya que han perdido su razón de ser, y los estados se encuentran en estado de coma.

Europa, ahora, hoy, cuando en todo el mundo aún mueren de hambre tantos niños, cuando las guerras siguen arrojando beneficios, cuando las multinacionales del medicamento dejan que la viruela se extienda por la selva, cuando los negros, los moros, los miserables, piensan en levantarse de una vez, y romper todo, ahora, hoy, puede ser el momento de la Europa invertida, el momento de la luna, el momento de la deconstrucción y el despiece integral, el momento de ese mundo nuevo en el que harán falta las corrientes de pensamiento recién nacido. Europa, Europa, dale una vuelta, colega, quizá sea el momento de que dejes de existir.

Antonio López del Moral

Y a mí qué

Ahora mismo no tengo ni la más remota idea de lo que pasa en el mundo. Los eventos consuetudinarios que acontecen en la rue, como dijo el otro, me cogen tan lejos, tan distraído y dormido, tan, amor, de vacaciones. Mar, sol, arena, piel desnuda, zapatos en ofertas que no podríamos rechazar, ajetreo del que intentábamos huir, y al que siempre nos terminan conduciendo nuestros pasos. Las zonas de costa son, ay, remedos tristes de las grandes ciudades, aglomeraciones trasplantadas. El Mediterráneo es un enorme basurero de agua demasiado fría, un soufflé ardiente en su capa exterior y helado por el centro en el que barcas con motor fuera-borda, veleros sin velas y con timones que nadie sabe utilizar, cañas de pescar atrapadas en las rocas y cangrejos tímidos que nunca saldrán de sus cuevas, llenan las horas desaladas al cainita sol del sur.
Los periódicos que quedan en los kioscos a la hora que yo me levanto están escritos en alemán, no hay televisión en el piso donde nos alojamos, y sufrimos plenas Olimpiadas, de modo que el único tema de conversación son los récords olímpicos y/o mundiales, los deportes minoritarios y las sospechas de tongo en las medallas que indefectiblemente consiguen esos puñeteros yanquis, hombre, que siempre lo ganan todo.
El mundo se detiene en Agosto, los políticos aparcan sus manejos, los empresarios posponen sus rapiñas, los trabajadores olvidan el sudor, y los ancianos sueñan en la muerte mirando al mar, no sé que sentí, que acordándome de la muerte lagrimeé. Cierro los ojos mientras leo a Pablo Neruda y el rumor de las olas me traslada, me adormece y me acuna, me envuelve en fragor y sombra y sal sonora. Allá muevan feroces guerras ciegos reyes por palmos de tierra que me quedan demasiado lejos, allá la actualidad y sus asuntos, allá el ajetreo del momento y del banquete. Velas que rompen el paisaje con absurdos matices, cuerpos bronceados como reclamos de sirenas rubias, horizontes sombríos al otro lado del Estrecho, en los confines de un mar que se convierte poco a poco en cementerio.

Pero enseguida llegan las noticias a través de la radio de alguien, la voz de alguien, la mirada de alguien: ayer murieron ahogados otros diez inmigrantes en la sangría anual del paso del Estrecho, pobres diablos que no alcanzaron a tocar con sus manos el sueño de la estafa transmediterránea. Luces de las disneylandias absurdas de Occidente, lámparas que marcan el aterrizaje forzoso de los desheredados, candelas en un laberinto en el que el Minotauro es el propio laberinto, como decía Alfonso Domingo. Se podría escribir un cuento con sus destinos, falta por hacer la gran novela de las pateras, estertores de una Europa que, según Miguel Ángel de Rus, se hunde irremisiblemente entre sus propios cadáveres. Europa se hunde, Europa atrae, Europa, salvavidas al que se aferran las manos famélicas de los muertos vivientes, en este macroalmacén de destrucción en oferta de verano. Ah, las desatendidas plegarias de las momias, ah, la mirada ausente, ah, el pasado, los habitados veranos de mi infancia, los desérticos estíos de este hoy. Ayer murieron diez más, otro titular de página par, otro trámite de economía de palabras y ceguera, ayer se tragó el Estrecho otros diez sueños, otros diez engañados por la televisión, el hambre y los euros de papel higiénico reciclado.
Los muertos se disuelven como azúcar en el mar, la corriente de información deportiva los arrastra lejos, y regresan los récords a batir, las décimas de segundo, los laureles y las otras lágrimas. España no consiguió grandes medallas en la Olimpiada, dice el locutor, España pierde, y a mí qué, España sólo tiene medallas en regatas en patera, en tiro al inmigrante escarnecido, en cervezas en terrazas frente al mar, asientos gratuitos para el gran espectáculo de los que cruzan el Estrecho a nado, venciendo no a los otros, ni siquiera a sí mismos, sino a la gangrena, la pierna congelada y el pene desprendido suavemente por las olas, la dulce y mefítica llamada de la muerte, túmbate, amor, a descansar entre las aguas, te vas Alfonsina hacia lo helado, porque en Europa los del sur sólo compiten cruzando la laguna Estigia a estilos libres.
Europa, ¿quién eres tú?, si te llamaras etcétera, romperías de una vez esas fronteras, cauterizarías los cinco chorros de la sangre negra de los moros, secarías las lágrimas de esa mujer que ya denunció los malos tratos, besarías las manos arrugadas de los viejos que esperan, abandonados en las gasolineras como perros incómodos, la llegada de los hijos que se fueron a buscar corrientes cálidas. No hay sitio para los viejos en los coches, porque las tablas de surf lo ocupan todo, no hay lugar para los pobres en Europa, no hay solidaridad en esta idea, sólo muertos, y pateras estafadas, y abrasadas pieles de turistas nórdicos, que algún día curarán sus cánceres en clínicas privadas libres de impuestos e inmigrantes. La sanidad pública, ya se sabe, no está para tanta frivolité.
Y España, ¿quién eres tú? Si te llamases etcétera, abandonarías estas olimpiadas que sólo son un multitudinario botellón de anabolizante y sudor de segunda categoría, si conservases el orgullo de esa República violada, si tú fueses, si tú osaras, si tú vieras, y tuvieras y te vieras. España extraña araña tejedora de retales, pieles cosidas a lo vivo y sin anestesia, puntadas de sutura que nadie se atreve a arrancar para no llevarse pedazos de carne, ay, guitarra y fusil, terraza de verano, platos de vísceras vivas y raciones de carne caliente, terraza de Europa, mirador de África, náufrago en el mar unido al mundo por montañas a las que siempre miras sin dejar de mostrar el trasero.
España no tiene muchas medallas, y a mí qué, pero hay en sus playas cadáveres de los ahogados más hermosos del mundo, los rostros helados y entumecidos de los ingenuos, los creyentes, los que confían, los que siguen al pie de la letra la buena nueva recibida en la televisión por satélite. La solidaridad es un estado de ánimo, no tenemos dinero para que los africanos coman, mire usted, pero tenemos satélites, y no les ponga un hospital, mejor un Mac Donald’s, que la comida basura les salvará de sí mismos. El colesterol como terapia, o si no, fíjese lo que pasó en la Plaza Roja de Moscú en cuanto abrieron uno.
No quiero seguir escuchando las noticias. Sé que se hablará del oro y de la plata, de los laureles, de las medallas que tampoco esta vez ha conseguido España. Se hablará de los récords y del tiempo, de las décimas de segundo, de las técnicas, pero no se mencionará a los bellos ahogados en el Mediterráneo de su credulidad, los que se aferran con los dientes a las rocas de la costa, porque las manos las perdieron en la congelación y la marejada. Sé que cuando vuelva a Madrid me preguntarán qué tal las vacaciones, sé que buscarán el rastro del bronce en mi piel hastiada ya de tanto oro, sé que se sorprenderán histriónicamente cuando les diga que a mí ponerme moreno me importa casi tan poco como la olimpiada, que dejarán de escucharme igual que muchos habrán dejado de leerme cuando comience a hablar de los cadáveres que surfean las olas, los asaltantes del castillo europeo, los desheredados, los que sólo subirán a un podio cuando les ahorquen o fusilen. Sé que todos ponderarán la gesta de algún nadador, algún atleta, algún representante de algún país ignorado que habrá conseguido sentarse a la mesa de los ricos. Sé que todos regresarán al trabajo y a la ciudad satisfechos, morenos y descansados.
Y a mí que.

Saturday, September 18, 2004

F

Va y dice F., ese fiscal, que “como actitud filosófica” sigue sin descartar la tesis de ETA en los atentados del 11 M en Madrid. Toma ya. Claro, que habría que empezar, ya que nos ponemos filosóficos, por preguntarse qué demonios entiende F. por filosofía. ¿De repente lee a Nietzsche? ¿O a qué filosofía se refiere? Así, a bote pronto, yo diría que su escuela bebe directamente de las fuentes de los cínicos griegos, y no lo digo porque piense que él lo es, que también, sino porque estos señores de la antigüedad se comían sus propios excrementos, y es que F. no para de comer mierda, el hombre (es un decir. Lo de hombre).
Aunque, si se profundizase en ello un poco más, y teniendo en cuenta que F probablemente prefiera a filósofos modernos del tipo de Lars Von Triers (filósofo que filma), es también factible que pertenezca a la escuela de Los Idiotas, y no porque él lo sea, que no sé, sino porque al igual que los personajes de esa memorable película, finge serlo para reírse de la gente.
¿De qué se ríe F.? A lo mejor es que no se ríe de nadie, de lo que cabría deducir que no se está haciendo el tonto, o sea, que no finge ser tonto, no se hace el idiota, lo es. ¿De qué se ríe? La risa, cicatriz temprana del olvido, libro de la extrañeza, un tal Kundera, una mañana oscura, una tarde de felicidad. La risa es felicidad o no es, es goce o máscara, calima burbujeante, paisaje en brillo, todo eso y más, pero, sr. F., la risa no era esto, y la filosofía tampoco. Para actitud filosófica, la del sufrido pueblo llano que aguanta insultos a la inteligencia como los que usted profiere, porque, sr. F., esto no es filosofía, eh. Usted seguramente me dirá que le gustan filósofos del tipo de Francis Fukuyama, que no es filósofo, sino economista, o de Alvin Toffler, que tampoco es filósofo, es explicador profesional, profeta, vendedor de libros, una criatura siniestra del capitalismo, como usted. Me dirá que no ha leído a Noah Chomski, pero le sigue muy de cerca, me dirá que no ha abierto nunca un libro de Platón, pero que es platónico, porque le suena bien, juvenil y enamoradizo, y probablemente usted lo sea, pero porque su conocimiento de la realidad es más abstracto que tangible, conceptual y no palpable. Quizá su conocimiento de la realidad no sea platónico, ni siquiera filosófico, fíjese, sino más bien shakesperiano, o sea, la historia del mundo contada por un idiota.
Los Idiotas, maravillosa película, fascinantes silogismos audiovisuales de Lars Von Triers, pero hoy el idealismo va más en la onda de Kant o Ernst Jung, aunque no sé por qué sospecho que tampoco los ha leído, aunque no me cabe duda de que los sigue muy de cerca.
¿De qué demonios se ríe? Como actitud filosófica duda usted, duda metódica, duda cartesiana, es decir, duda porque no puede llegar a tener certeza alguna, pero se ríe simplemente porque puede. Filosóficamente hablando, es usted cartesiano en la duda y ockhamista en la carcajada, de Guillermo De Ockham, cuyo modo de hacer filosofía se basa en la potentia absoluta Dei: Dios ha hecho todo esto porque puede. Así que quizá F. no sea de la onda de Lars Von Triers, sino de la de Guillermo de Ockham, que, como es sabido, inspiró los absolutismos monárquicos más negros y sirvió de coartada moral a muchos dictadores, como el propio Hitler. Él sabrá.
Dice que “como actitud filosófica” sigue sin descartar la tesis de ETA. Como actitud filosófica podría también seguir el ejemplo de Séneca y cortarse las venas, ahora que la tesis de ETA está definitivamente fuera de juego, o, sin ser tan drásticos, el de retirarse a una cabaña en los tupidos bosques escandinavos, allá donde los hombres son hombres y, que va, que va, que va, al contrario que usted, sr. F., sí leen a Kierkegaard. No lo dude, ni siquiera cartesiana y metódicamente. Por favor.

Saturday, June 05, 2004

Contra okupación, huelga revolucionaria

Lo que está haciendo Esperanza Aguirre en la Comunidad de Madrid que preside no es que roce ya el desacato o la gilipollez, es que la inhabilita democrática y políticamente para seguir ejerciendo el cargo que okupa. Y digo okupa, sí, con "k", porque no se puede definir de otra forma el asalto al poder que esta señora (por llamarla de alguna manera) protagonizó el pasado otoño junto a sus mamporreros de partido, apoyada, eso sí, por los cuatro empresarios de la construcción que sacaron tajada del asunto. O quizá debiera decir más bien tejada.

No les basta a estos fundamentalistas del Opus Dei con dinamitar literalmente la escuela pública en las comunidades que gobiernan, no les basta con ir reduciendo cada vez más los presupuestos y las dotaciones de los centros públicos, con ir haciendo la vista gorda ante los gravísimos problemas de infraestructuras, de equipamientos, de necesidades docentes, de plazas de alumnos, no les basta con ir convirtiendo las escuelas públicas en ghettos hacia los que sistemáticamente derivan a los inmigrantes, sectores sin recursos y bolsas de marginación, fundamentalmente población gitana, no les basta con subvencionar centros privados de filiación católica más o menos encubierta en lugar de destinar ese dinero a mejorar el patrimonio común, no les basta con olvidarse de solucionar los problemas de transporte que sufren los niños que no han podido encontrar plaza en un colegio cercano a su domicilio y se ven obligados a matricularse en uno de otro barrio, no les basta con encogerse de hombros cuando la evidencia de que hacen falta más centros les cae sobre la mesa, no les basta con todo esto, no. Encima ahora se niegan a aplicar una decisión del Gobierno central que deroga esa ley clasista, retrógrada y nacional católica de "Calidad de la Enseñanza". ¿Pero qué coño está pasando aquí?

Resulta que, cuando hace unos meses, el vasco Ibarretxe dijo que iba a convocar un referéndum de autodeterminación (derecho, por cierto, recogido en la Carta de las Naciones Unidas), las falanges del PP se le echaron encima diciendo que vulneraba la sacrosanta Constitución, que el referéndum sería "ilegal", etc, etc, y oye, si los escuchabas con el cerebro desconectado, hasta casi te convencían, dada la vehemencia con la que rechazaban esa posibilidad. Se aferraban con uñas y dientes a la legalidad, te escupían artículos de la Carta Magna y el Código Penal, y se les llenaba la boca hablando de lo muchísimo que perjudica a la idea de "España" el desacato del lehendakari, y llamaban "traidores" a los que le apoyaban, etc.

Pero no sólo eso, es que el PP ha calificado sistemáticamente de "traidor" a todo el que discrepase de su idea de unidad de España, y así, ha insultado a Zapatero cuando, siendo jefe de la oposición, se reunió con Mohamed VI, ha injuriado a Maragall por formar gobierno con una formación republicana, y ha vituperado a los que no les votasen al declarar, más o menos, que fuera del PP todo es caos y disgregación. ¡Que vienen los rojos, que vuelve el caos y la revuelta! Bueno, vale, lo asumimos, forma parte del discurso trasnochado y apolillado de la derechona. Pero ahora resulta que no, que ellos se atreven a discrepar, a plantar cara al gobierno central, a ejercer la insumisión, la rebelión y el plante, ellos se erigen en Fuenteovejunas del siglo XXI, todos a una, ellos dicen que no, que no lo hacen, y si quieres algo, te espero en la calle.

A la derecha, no hace falta recordarlo, la legalidad le importa más bien poco, y nos lo ha demostrado sobradamente a lo largo de la historia, empezando sin ir muy lejos por el golpe de estado del criminal Franco, continuando por la intentona de Tejero, por la imposición del modelo de estado de monarquía constitucional, etc, etc. A la derecha se la trae floja la legalidad, y la democracia sólo le interesa cuando le conviene, es decir, mientras le sirva para alcanzar el poder, que luego, ya instalados en él, pondrán nombres del régimen franquista a las calles y plazas (no debe haber muchos pueblos o ciudades en España donde no quede alguno, y hasta los hay todavía con el yugo y las flechas). A la derecha los homenajes a las víctimas del régimen anterior no le merece más consideración que un capricho folklórico, a la derecha las maneras democráticas le parecen frivolidades, males menores que hay que sufrir para seguir ostentando el cetro, manejando el dinero y viviendo muy bien a costa de los que viven muy mal.

A la derecha no le ha importado nunca disparar, entrar con los tanques en el Congreso, o falsificar votos, como ha hecho en Estados Unidos esa derechona a la americana de Bush. O sobornar con tal de alcanzar sus objetivos, lo cual quedó tan patentemente demostrado en las elecciones de la Comunidad de Madrid que el resultado que arrojaron las urnas en la ilegal segunda vuelta sólo se explica razonando que tenían monumentalmente engañado al pueblo, engaño del que, afortunadamente, comenzó a salir el pasado mes de Marzo.

Ellos dicen ahora que las elecciones generales estuvieron viciadas, que la gente votó condicionada por los atentados. ¿Pero qué nos están contando? ¡Ya está bien, hombre! Ya está bien de manipular, de presentar la realidad según les conviene. En las los comicios de marzo el electorado se quitó la venda de los ojos, cosa que, sin embargo, no ocurrió en los del pasado mes de octubre de la Comunidad de Madrid, en los que, no sólo consiguieron escapar del asunto del soborno sin mancharse de mierda, sino que, encima, lograron que el PSOE apareciese como el gran culpable del asunto. Echar la culpa a la puta y no al putero, como siempre, que los puteros son respetables padres de familia que van a misa, y no hay que convertirlos en piedra de escándalo. ¿No fue eso un caso clarísimo de manipulación?

Pero vale, lo asumimos en su momento, no quisimos crear más polémicas y nos comimos con patatas y sin esperanza a la tal Esperanza. Habíamos asumido que las cosas estaban así, que no se podían cambiar, etcétera. Y, de pronto, las cosas dan un vuelco, sube el PSOE al poder, y esa misma señora que criticaba tanto las manifestaciones contra la guerra y las calificaba de "ilegales", ahora se niega a cumplir una orden del Ejecutivo de su país.

Creo, pues, que el gobierno de la Comunidad de Madrid está inhabilitado para seguir en el poder, que lo está ocupando de forma ilegítima y que cada nueva decisión que continúe tomando en contra de la legalidad será un paso adelante (o atrás) en la involución que todavía sufrimos. Es necesario plantarse y hacer todo lo que esté en nuestra mano para derribarlo. Por eso me permito hacer desde aquí un llamamiento a la huelga revolucionaria en Madrid, una huelga que comience en los sectores de la enseñanza y la educación y que luego se extienda a los otros ámbitos, una huelga cuya finalidad sea, no ya la aplicación de la normativa estatal, sino el derrumbe de este autonómico gobierno fascista que nos mantiene anclados en el pasado remoto de las prebendas, los sobornos, la especulación salvaje y el lavado de cerebro made in Opus Dei. De nosotros depende continuar así o cambiar la realidad.

¡Contra okupación, huelga revolucionaria!


Antonio López del Moral Domínguez

Tuesday, May 25, 2004

Derrota tras derrota, hasta la resaca final

Si aún nos quedaba alguna esperanza de que España, mañana, fuese republicana, acaba de ser barrida por las lluvias de Mayo que acompañaron el séquito de confalonieros de la boda real.

O sea, que no basta con pagar de nuestros bolsillos los miles de millones que cuesta el acontecimiento, no basta con paralizar Madrid, con saturar los medios de comunicación con informaciones referentes al evento, con que las tertulias radiofónicas más reputadas contraten entre sus colaboradores a charlatanes expertos en las gilipolleces del protocolo, no basta con eso, sino que, además, cuando parece que todo ha pasado, viene la resaca de los comentarios a posteriori. España no es un país de ciudadanos, no es ni siquiera un país de obreros de derechas, como dije en otro artículo, España es un corral de súbditos, una cuadra de diletantes incultos especialistas en cotilleos, educados por el Hola! y otras publicaciones de más o menos la misma altura intelectual.

Llego el lunes al trabajo, y conste que soy periodista y que se supone que en mi entorno laboral la gente debería tener una cierta cultureta, llego el lunes, digo, y me encuentro a absolutamente todo el mundo, redactores, realizadores, montadores, documentalistas, todos sin excepción hablando del evento, que si Pertegaz para arriba, que si Ágata Ruiz de la Prada para abajo, que si examinamos a Leticia, y que mira los pendientes, Marta, y el peinado estaba fatal, sabes, leí muchas críticas que decían que le sentaba bien, pero es que esto es un peloteo, ¡y llevaba un traje de Vittorio y Luccino, Dios mío, no me digas que son los de las mangas esas! Y esto es sólo el principio, son las nueve y media de la mañana y ya las náuseas me obligan a ir al baño por decimoquinta vez para no vomitar ante comentarios como ése de que “no llovió, el cielo de Madrid lloraba de alegría por la boda”. Aaaggghhh...

Vale que vivimos malos tiempos para la revolución, vale que hoy por hoy este puñetero país es conservador, aunque vote por los pelos al PSOE (o quizás precisamente por eso, no olvidemos que Zapatero confesó públicamente que es “cristiano”, y Bono dijo que va a misa). Vale que aunque a mucha gente no nos guste, todos hemos terminado por tragar con el actual estado de cosas, y nos comemos con patatas a los Borbones y a sus yates, sus palacios, sus coches, sus viajecitos y sus juergas con putas y cocaína, vale que ya nos hemos cansado de repetir que esta democracia es una farsa, que después de todo al zángano y a los otros parásitos nos los colocó Franco antes de morir para que continuasen su magna obra, y que, como las dictaduras estaban mal vistas en Europa, montaron entre todos la juerguecita esta de la “monarquía constitucional y democrática” (hablando en serio: no me digan que no tiene miga el asunto). Vale que tragamos por el bien de todos, que aceptamos, que nos tapamos los ojos y que tiramos para delante para no seguir mirando hacia atrás con ira, pero, coño, es que esto ya pasa de castaño oscuro.

Vivimos en un país en el que la identidad nacional se asienta en símbolos como los toros, la paella y la monarquía, toma castaña, y eso por no hablar de la iglesia, Santiago y cierra España, camisa azul de ninguna esperanza, qué envidia me da leer libros de historia en los que fuiste un país dueño de su destino, un país en el que el pueblo tomó las riendas, un país, en fin de obreros con conciencia de clase, de esa clase humana que los asesinos franquistas arrancaron de raíz. El problema no es la puta boda, ni los 1500 millones, el problema es que aquí a todo el mundo le da igual sentirse o no ciudadano, a todo el mundo le importa una mierda la justicia, la libertad, la igualdad, la fraternidad y la madre que parió a Panete, aquí lo único que cuenta es la encuesta publicada por la que la gente “califica” a los asistentes a la boda, y que la mujer del presidente de l a Generalitat saca un uno en elegancia, pero por Dios, cómo se pone eso, parece que va al campo. Lo grave es que entre los titulares destacados se señale que “la prensa extranjera dice que España recobra la alegría tras los atentados del 11 M”, lo grave son los vestidos y las pamelas mientras a las puertas del palacio se arrastran los moracos y los negratas infectados por la muerte roja del fundamentalismo, la guerra, el hambre y la pobreza. Lo grave son los palacios ocupando portadas mientras los desahucios ni siquiera logran una noticia en las páginas de local, lo grave es que estas garrapatas vivan a todo tren a costa de los desheredados, que la vivienda suba y los salarios bajen, que el empleo sea más y más precario mientras estos lo tienen asegurado de por vida gracias al erario público y sin haber pasado examen de oposición, lo tremendo es el despilfarro y los fastos, lo que haga falta, pero no nos pidan que arreglemos el país, que eso es de rojos, al César lo que es del César, a Dios lo que es de Dios y al pueblo lo que es del pueblo, o sea, nada, los mocos y a lo mejor un pañuelo para que se los limpie, cortesía de su Majestad, y así no se enturbia el paisaje de fondo de la boda.

Ya sé que hablar de todo esto en momentos de alegría generalizada no es apropiado, ya sé que me llamarán pesado, mosca cojonera o abuelo cebolleta, pero es que no entiendo cómo de repente la lluvia lo barre todo, no comprendo esta España invertebrada, no me cabe en la cabeza este marasmo de pamelas y cerebros glaseados, no capto la ironía de Ágata y su vestido de bandera tricolor, no me río con las gracias del tal Boris hablando del glamour y el protocolo, no me interesa la aventura equinoccial del puñetero coronel que entro en la iglesia, no quiero que me coman el coco con esta droga de papel couché, este fluido rosa lixiviado por la enfermedad neuronal de los vasallos, no quiero infectarme con el Kreudfeld - Jakob de las vacas locas vestidas por Vittorio y Luccino. Sólo aspiro a que pase pronto esta primavera negra, y que lleguemos, no derrota tras derrota hasta la victoria final, como decía el Che, sino a la embriaguez de la anestesia, a la ausencia de dolor, a la ataraxia y a la petit morte de las resacas. Porque en este plan, el pueblo, uncido, siempre será vencido. Y he dicho uncido, sí. Como los bueyes.

Saturday, March 20, 2004

El kíe

La argumentación de Bush y los suyos acerca de que retirarse de la ocupación de Irak sería un "aviso terrible" para los terroristas, que a partir de este momento podrían pensar que sus acciones obtienen resultados, que sería poco menos que un acto de "cobardía", me recuerda mucho a la forma de pensar de los presidiarios. En la cárcel existen códigos internos de conducta según los cuales cuando te retan, debes responder, cuando alguien te agrede, estás obligado a pelear, cuando se meten contigo, tu "deber" como miembro de la "comunidad de presos" es responder con un puñetazo, una patada, o, en el extremo más radical, con una puñalada propinada con uno de los "conan", o pinchos fabricados con el asa de un cubo. La ética y la estética de los delincuentes se compone de esas pequeñas leyes no escritas, esos comportamientos que todos siguen al pie de la letra, y si alguien no lo hace, se convierte rápidamente en el chivo expiatorio, la víctima de todos los demás, el "pringao" y "achantado" al que cualquiera puede pegar, cualquiera puede violar en la celda, el cobarde al que es factible robar, humillar o pisar el cuello en presencia del resto, sin que nadie haga nada por evitarlo, porque la primera que se cruza de brazos es la propia víctima. Según ese código de conducta, el que más pega, o el "kíe", como le llaman allí dentro, es el que dicta las normas, el que da primero da dos veces, y si te agreden una vez, la culpa es del otro, pero si lo hacen dos veces, la culpa es tuya.

Esas leyes no escritas que imperan en comunidades cerradas y estancas, como la cárcel, carecen por completo de sentido cuando intentan extrapolarse a la vida cotidiana, y quedan totalmente en evidencia cuando se aplican en el contexto internacional. Hay un factor que parece olvidar el amigo americano, y es el de que el mundo real no es una película de vaqueros, no es un film de Swartzenegger, no es la cárcel, no es, desde luego, un panorama monocolor y bipolar en el que sólo existen "buenos" (los estadounidenses, of course), y malos. Los "malos", según la visión de este americano ejemplar y demócrata que protagonizó un pucherazo en las pasadas elecciones y que se encuentra, por tanto, en el poder de forma ilegal, serían todos los que no compartan la visión del american way of life, que hasta hace dos días eran los rusos, los chinos y los cubanos, que después pasaron a ser los árabes, y que finalmente, en la culminación de esa paranoia megalomaníaca y apocalíptica, incluye a todos los que no le apoyan en su cruzada, en su afán por extender por el mundo la filosofía de la hamburguesa y la libertad de empresa.

Dentro de la categoría de los "malos" entran los europeos que se atreven a criticar la presencia de tropas de ocupación en un país tercermundista previamente devastado por los bombardeos, y así, son "malos" los franceses y los alemanes, que mantienen una postura crítica hacia esos asesinatos avalados por resoluciones de la ONU. Eran "malos" hasta ahora, porque después de la decisión anunciada del presidente español electo de retirar las tropas de Irak, han pasado, además, junto con la propia España, a convertirse en "cobardes".

¿Qué clase de argumentación es esta? El señor Bush, incapaz de andar y de masticar una galleta a la vez, se atreve a calificar de timoratos a quienes adoptan una decisión para la que hacen falta muchos más arrestos que para lanzar bombas sobre un país en una situación clarísima de inferioridad, porque el anuncio de Zapatero supone el enfrentamiento político con el gigante. Seamos serios: para lamer las botas del presidente de Estados Unidos, como ha hecho hasta ahora Aznar, no hace falta más que tener un espíritu servil, pero se necesita mucho valor para decirle que no con la entereza de Zapatero. El señor Bush llama cobardes a los únicos que dan un primer paso hacia la paz, es decir, abandonar las agresiones, el señor Bush, siguiendo al pie de la letra el código de conducta carcelario, continúa aferrado a la primitivísima y esencial ley del más fuerte.

El señor Bush, y digo señor por no utilizar un epíteto más adecuado, no quiere que nadie abandone el rancho desde el que se dedica a disparar a todos los que no comparten sus puntos de vista, Bush teme que el plante de Zapatero vaya a provocar una reacción en cadena, y que sus aliados en la mafia de la cárcel se vayan alejando progresivamente de él, Bush sabe que cuando alguien comienza a pensar diferente, y todo un país le apoya, el ejemplo puede cundir, y los Estados Unidos tienen en su historia ejemplos fehacientes, gobiernos que han derribado por ese mismo temor, como el de Salvador Allende, en Chile.

Hasta ahora, la política de Bush y de algunos de sus más directos aliados, como Ariel Sharon (Aznar no entra en la categoría de aliado, aunque de eso ya hemos hablado), sólo ha provocado crispación a nivel internacional, desastres y guerras, destrucción de casas y pueblos pisoteados y humillados. Las políticas de "golpear primero" y de mantener a toda costa el estatus de "kíe" de la cárcel, sólo consiguen extender no ya el "american way of life", sino la forma de entender la vida de la prisión, la ley de la selva en estado puro, la del más fuerte, la costumbre de dormir con un pincho debajo de la almohada. Las políticas americanas de hegemonía comercial y expolio de recursos naturales sólo nos llevan al borde del abismo, a una situación desesperada en la que los más desfavorecidos llegan a la conclusión de que es mejor morir matando atado a una bomba.

Creo sinceramente que es necesario cambiar todo esto, y como primer paso, me parece altamente positivo que el presidente español, Rodríguez Zapatero, se desmarque y dé un paso a favor de la paz. Durante demasiado tiempo hemos seguido la máxima romana de "si vis pacem, para bellum". Me parece que después de dos mil años de progreso en Occidente, ya es momento de que entendamos que la violencia no es la respuesta, que la guerra sólo provoca más guerras, y que sustituir las palabras por balas o por bombas es una forma de reconocer la incapacidad de utilizar adecuadamente esas palabras. Más encuentros, más conferencias internacionales de paz, más reuniones, más concesiones, menos posturas rígidas, cambiemos el rictus; sólo así abandonaremos la estética carcelaria, y comenzaremos a vivir en algo que se parezca a la libertad.

Saturday, February 28, 2004

Asco y necesidad

No tengo ninguna confianza en una sociedad desideologizada, pragmática hasta la usura y ciega por intereses vicarios, pero una vez más se acercan las elecciones, y creo que es necesario recordar antes de votar, o de no votar, que aunque muchos no quieran reconocerlo también es apoyar implícitamente a alguien. Que la derecha cada vez que toca poder afianza y cimienta sus privilegios es un hecho tan obvio que no merecería mayor atención, de no ser porque la mayoría lo olvida, lo pasa por alto, y hasta lo ve con buenos ojos.

Desde que el PP se encuentra en el gobierno hemos asistido, algunos con estupefacción y la mayoría con ataraxia, al progresivo deterioro de la democracia y las libertades, y me podría pasar una hora poniendo ejemplos, desde el hecho de que el director de una televisión pública esté condenado por manipulación informativa y no dimita, que el presidente del gobierno y sus ministros hayan mentido a la sociedad y nos hayan metido en una guerra por intereses espurios, y no dimitan, que el ministro de defensa se atreva a insultar a la prensa y les arroje euros, y no dimita, que la vivienda aumente su precio en un ¡115%!, cifras que no tienen parangón en toda la Unión Europea, que las listas de espera en la Seguridad Social se reduzcan a base de dejar morir a los enfermos (y esto es rigurosamente cierto: conozco ya varios casos de personas que han ido a los centros de salud con cánceres y se les ha enviado a casa), que la educación pública se reserve a inmigrantes y a gente sin recursos, que cada vez se destinen a ella menos medios económicos, y en cambio se subvencionen colegios privados de filiación opusdeista, que el estado, supuestamente laico, se baje sistemáticamente los pantalones frente a las exigencias de la iglesia, una iglesia ante la que, en vista de los últimos casos de abusos de menores, no conviene mostrar demasiado el trasero, que se persiga como único objetivo de gestión gubernamental el tan traído y llevado déficit cero (no nos engañemos: es muy fácil conseguir el déficit cero, la clave es no hacer nada, no gastarse el dinero de los impuestos, y luego presentarlo como un modelo de buena gestión. Total, como la gente no piensa, tampoco se darán cuenta. Por cierto, que esa falacia de que baja la tributación me hace mucha gracia: los impuestos que han bajado, en efecto, son los impuestos directos, es decir, los que gravan sobre todo a los ricos, mientras que los indirectos, o sea, la gasolina, el tabaco, los billetes de tren y avión y los seguros, no han hecho más que subir. Repasen las cifras del estado).

Podría hablar de muchas realidades, como la de que se recorten los derechos de los homosexuales, de las parejas de hecho y, en definitiva, de todo aquel que saque los pies del plato, que se compren elecciones y se manipulen resultados electorales (¡qué rápidamente han silenciado las voces que denunciaban irregularidades en el recuento de la Comunidad de Madrid!), que cuando no se consiguen los objetivos deseados, se haga lo imposible por derribar gobiernos -en el 36 sacaron a Franco, y ahora se dedican a espiar a conselleres en cap para probar que han hecho lo mismo que unos meses antes hizo el gobierno de Aznar: reunirse con terroristas. ¿O es que no lo son, y reconocidos internacionalmente, los representantes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia?-, que nos vendan la moto de que ahora hay más empleo, cuando según las cifras del Eurostat, España es el país con la mayor tasa de contratos temporales de la Unión Europea: 31,2 %.

Podría estar mucho tiempo poniendo ejemplos, porque lo cierto es que nos están tomando el pelo, nos mienten una y otra vez y seguimos tragando, y así, uno de cada tres trabajadores en España es temporal, una cifra que duplica la media de Europa, y nos hablan de seguridad ciudadana, y nos presentan a los inmigrantes como los enemigos, y convierten así los colegios públicos en ghettos, y si quieres una educación de calidad, págatela, como si no la financiásemos ya con nuestros impuestos. Las cifras de delincuencia aumentan escandalosamente, sí, pero la culpa no la tienen los inmigrantes, como dicen ellos, sino el hecho de que con este gobierno hay ¡ocho mil! guardias civiles y policías menos en España. Y, por cierto, que cuando hablo de delincuencia, no me refiero tan sólo a los pequeños robos y delitos, sí, esos que al PP le interesa mantener en el primer plano de la actualidad para difundir la idea de que hace falta más mano dura. Cuando hablo de delincuencia, me refiero a casos como el de la venta del 49 por ciento de la Funeraria de Madrid por ¡100 pesetas! a unos amigos del PP, cuando el fiscal calcula que valía 1081 millones de pesetas. Y no son sólo palabras, porque por estos delitos están procesados Luis María Huete, Simón Viñals y Antonio Moreno, todos ellos políticos populares. ¿Corrupción? Gescartera es corrupción, 18000 millones de pesetas desaparecidos, once veces más de lo que se llevó Roldán en los tiempos del PSOE. Miguel Angel Rodríguez, autor del famoso vídeo propagandístico del PP, tiene una agencia de comunicación que se llama acertadamente Eslabón Perdido Producciones que es contratada por el gobierno para sus campañas de publicidad. Resulta que por la última, que ordenó la Junta Electoral Central que se retirase, el tipo cobró 7000 millones de pesetas. ¿Corrupción? ¿No es corrupción casar a la hija de Aznar en El Escorial con fondos públicos a cargo de los presupuestos del Estado? ¿Pero qué falta de vergüenza es esta? ¿No es corrupción privatizar empresas públicas y vendérselas a los amigos, como ha ocurrido con Telefónica, Argentaria- BBVA, Endesa, Iberia, Indra, Tabacalera -Altadis y Repsol? ¿Es que no es corrupción que el Fiscal General del Estado, nombrado por Aznar, impida sistemáticamente que se investigue al PP? ¿Es que no es corrupción destituir al Fiscal Anticorrupción, que sí quería investigar?

El PP miente, miente sistemáticamente y nos estafa, nos dijo que había armas de destrucción masiva en Irak, nos dijo que el Prestige no soltaba fuel, nos dijo que la vivienda está cara porque los españoles pueden pagarla, nos han engañado tantas veces que a los que nos damos cuenta ya nos duele la garganta de gritarlo, pero mientras tanto ellos difunden desinformaciones, hacen creer que lo importante es lo de Carod, lo importante es que el PSOE está desorganizado, lo importante es siempre lo de los otros, o, si no hay nada, el derby Real Madrid - Barcelona. El programa político del PP se basa en el no-programa, en la inacción, como decía antes, pero si hubiera que definir sus líneas maestras, podría decirse que ese supuesto programa se apoya en la prepotencia, en la mentira, en la manipulación informativa, en negar la evidencia, en comprar votos y voluntades, en destruir el Estado del Bienestar, en establecer la vieja ley derechista del marica el último, o, lo que es lo mismo, el que tenga dinero, que se pague una educación y una sanidad, y el que no, que reclame al maestro armero. El programa del PP se basa en huir hacia delante y no mirar a los que quedan a los lados del camino, casas de 200 millones en Costa Castellana, o váyase de España, que aquí se vive muy bien, porque alguien compra los pisos. El programa del PP es atacar a los que piensan, torpedear las acciones sindicales, desprestigiar las iniciativas progresistas y de izquierdas. ¡Dios! El PP me da tanto asco que no puedo ser objetivo con respecto a él, no quiero serlo en absoluto, y me niego a mantenerme en una actitud tibia y distanciada, porque son precisamente esas posturas las que provocan que siga gobernando.

Es necesario cambiar, es urgente echar del poder a estos caciques prepotentes comprados por la Iglesia Católica y cada vez más ricos gracias a los votos de esa sociedad desideologizada de la que hablaba al principio. Creo sinceramente que es inaplazable salir del coma en el que llevamos sumidos ya muchos años, es preciso despertar, dar un puñetazo en la mesa y empezar a pensar que es posible hacer las cosas de otra manera. Probablemente el PSOE no sea la mejor de las alternativas, pero si hay que mojarse, yo empiezo a hacerlo en este momento, pidiendo el voto para Rodríguez Zapatero. No sé qué tal lo hará, pero si estoy seguro de que cualquier cambio en la situación en la que nos encontramos, será para mejor. Esta travesía del desierto, este descenso a los infiernos, empieza ya a durar demasiado.

Antonio López del Moral Domínguez

Friday, February 06, 2004

El baile de los fantoches (carta abierta a José María Aznar)

No sé si esto obedecerá al principio de Peters, ya saben que cuanto más alto es el cargo de una persona tanto mayor es su nivel de incompetencia, pero cuando miro todas las cosas que están pasando en el mundo, me inclino a darle la razón. ¿Por dónde prefieren que empecemos? ¿Por la guerra de Iraq, donde se acaba de reconocer que no había realmente armas de destrucción masiva, y que todo fue una confusión? ¡Pero qué demonios nos están contando! Una equivocación puede cometerse en muchos terrenos, y también en el político, una equivocación política fue, por ejemplo, la reunión de Carod con ETA (enseguida entro en ese tema), pero no se puede considerar tan alegremente “una equivocación” la decisión de declarar una guerra, involucrar a varias potencias, bombardear un país infradesarrollado y matar a miles de personas, a no ser, claro, que detrás de ese error se oculten, como efectivamente se ocultan, los intereses económicos puros y duros, o, por decirlo sin eufemismos, el afán de rapiña. Afán de rapiña del que no se libra, por supuesto, nuestro presidente Aznar, que mintió descaradamente cuando pidió de forma vergonzante a la población española que “confíen en mí, que si hago esto es porque sé que hay armas de destrucción masiva”. ¡Qué falta de vergüenza, qué descaro, qué apelación más patética a la ingenuidad y la estupidez de los ciudadanos! Es como si nos estuviese diciendo “no os preocupéis, que yo sé lo que hago y lo hago por vuestro bien”. Parafraseando a Michael Moore, habría que repetir lo que éste dijo en la entrega de los Oscar: es usted un asesino, señor Aznar, es usted un asesino, y un imbécil, y lo peor de todo es que toma usted por imbéciles a todos los españoles que le votan, y que probablemente lo sean. Y no lo dijo por faltar al respeto, sino por definir con exactitud, porque imbécil es votar a quien ha mentido, a quien nos ha llevado a una guerra, a quien ha asesinado en nombre de no sé qué armas de destrucción masiva, y a quien ha destruido un país entero por el único afán de enriquecerse, de propiciar el que empresas afines claven sus picos de buitres en el subsuelo petrolífero de la región. Es usted un asesino y un imbécil, señor Aznar, porque, continuando con mi afán de definir con rigor, y sin intención de faltarle al respeto, asesino es quien mata o quien propicia que alguien muera por intereses económicos, comerciales, políticos, o simplemente por intereses de la índole que sean. E imbécil es quien antepone su frágil ego de pasante de notarías de provincia a cualquier otra consideración, quien sonríe de forma babosa cada vez que el presidente de Estados Unidos le pone la mano encima del hombro, quien como toda justificación ante los muertos que su irresponsabilidad y su cortedad política han causado, argumenta que “yo estaba convencido de que existían esas armas de destrucción masiva”. ¿Pero qué argumento es ese? ¿Acaso es digno de un presidente del gobierno? ¿No se parece más bien a las pueriles justificaciones de un niño pillado in fraganti en alguna falta? Así que, señor Aznar, o es usted imbécil, o es un mentiroso, porque yo no me creo sus razones, no creo que estuviese usted convencido de nada, y me inclino más bien a pensar que se encontraba bajo los efectos de una sobredosis de fritos de maíz, cuya manifestación más evidente fue el acento tejano que se trajo usted de aquella memorable reunión con el señor de las botas. Declarar una guerra con la ligereza con la que usted lo hizo, sin contar con la opinión mayoritaria de la sociedad española, que se lanzó a las calles, pasando por alto el sentir del pueblo que, increíblemente, le llevó a ocupar el puesto que aún ocupa, es o debería ser un delito recogido en el derecho internacional, y por el que usted debería ser procesado por crímenes contra la humanidad.


Pero hay más, mucho más. El partido que usted lidera y la política practicada por su gobierno durante los últimos años han sumido este país en una involución gravísima de la que tardaremos mucho tiempo en recuperarnos. Los recortes de libertades saltan a diario a las primeras planas de los periódicos, los escándalos se suceden, pero aquí nadie dimite, y su única respuesta es echar balones fuera y provocar otros escándalos, para tapar los que les manchan a ustedes. ¿Quiere que hablemos de cómo sus concejales abusan sexualmente de menores (en Galicia, feudo de ese otro cavernícola llamado Fraga), y luego le echan la culpa a la izquierda, a la liberación sexual y a las parejas de hecho? ¿Pero es que de tanto jugar al pádel se les han galvanizado las neuronas? ¿Es que no ve usted en lo que sus adláteres están convirtiendo este país? Se torpedea la promulgación de leyes en el Congreso a favor de la adopción de niños por parejas homosexuales, se resiste denodadamente a equiparar los derechos de las parejas de hecho a las de los matrimonios tradicionales, la iglesia se mete con cada vez más insistencia en los asuntos civiles, y, como consecuencia de esto último, se impide, por ejemplo, que se avance en investigaciones tan trascendentales como la de las células madre, o que se evite la propagación del SIDA mediante un método tan eficaz y sencillo como la utilización de preservativos. La iglesia, en la que usted tanto confía, está metiendo sus tentáculos de forma inadmisible en el estado, que debería ser laico y que no lo es, porque, señor Aznar, usted tiene un teléfono rojo directo con la Conferencia Episcopal, y los obispos le dictan las políticas educativas y sociales, como ha quedado ampliamente demostrado en la recientísima intención de éstos de llevar a la escuela sus ideas sobre sexo y malos tratos. La educación pública en España, que cuenta cada vez con menos recursos, está siendo sutilmente derivada a las manos de la iglesia, y así, los colegios privados religiosos reciben cada vez más subvenciones, y, lo que resulta aún más inadmisible, centros privados que no se definen como católicos lo son de facto, y así los padres que llevan a estos a sus hijos buscando una alternativa laica y privada se encuentran con la negra mano del Opus Dei, la sombra cada vez más alargada de los cipreses de ese cementerio que es el catolicismo. Y los ministros, felices, y el presidente, comulgando a diario en misa, y la Botella organizando cuestaciones, y Federico Trillo de rodillas en el reclinatorio privado que ha ordenado montar en el Ministerio de Defensa, donde bebe a diario por las mañanas el vino del éxito y de la sangre de las víctimas de Irak. La Iglesia resurge con mucha más fuerza, la Iglesia se cree ya con derecho a decirle al Gobierno lo que tiene que hacer, la Iglesia se crece, la Iglesia se cabrea cuando en un colegio privado y cofinanciado con fondos públicos una muchachita musulmana reclama que quiten de la pared un crucifijo que le ofende. La Iglesia es una institución profundamente antidemocrática, y el mayor exponente de esa falta de libertad y de respeto es la figura misma del Papa, el tercero en discordia en el baile de los fantoches, junto a Aznar y Bush. Y es que “su santidad” entraría también en esa categoría de asesino, o imbécil, o ambas cosas a la vez, cuando se niega, como decía antes, a la investigación, y cuando recomienda no usar preservativos, totalmente inconsciente de su lamentable influencia en tantas personas en el mundo. Imbéciles, asesinos, inconscientes practicantes de la muerte por dejación, amigos de la pena de muerte y enemigos de la eutanasia y del aborto y, por tanto, de la mujer, enemigos de las parejas de hecho, enemigos de los homosexuales, enemigos de los pobres, a quienes conviene tener a las puertas de las iglesias, para lavar la conciencia al salir dándoles unos céntimos, enemigos de las políticas sociales “propias de rojos”, enemigos de la razón y adeptos al fanatismo y al oscurantismo, porque las religiones, sean de la índole que sean, siempre son fanatismos cuando trascienden el ámbito de lo privado, y en Europa la Iglesia – Estado se superó en la Edad Media, y hoy los regímenes teocráticos sólo existen en los países subdesarrollados, países que permanecen en esa Edad Media, y, señor Aznar, no nos merecemos que nos gobierne una institución como la Iglesia Católica, que tarda una media de treinta años en condenar los crímenes de los regímenes que le son afectos, como ese del que usted desciende directamente, y del que se negó no hace mucho a hablar en el Congreso de los Diputados.

La cuestión de Carod Rovira, con ser grave, no es más que el chocolate del loro, la zanahoria que han puesto delante del burro para que vaya tirando, y para que no piense en todos los demás asuntos. Algo similar a lo de la boda del príncipe, mientras llega la boda, ponemos otra sesioncita de Operación Triunfo, y sacamos el escándalo de Carod Rovira, que ha pactado con ETA y manchado así de mierda, al partido socialista. Y de ese modo alguien como Mariano Rajoy, personaje que ejemplifica a la perfección la máxima derechista de “virtudes públicas y vicios privados”, ve cada vez más cerca el sillón presidencial de la Moncloa. Carod Rovira no es más que un pobre idiota, alguien a quien el puesto le ha venido muy grande, una cabeza de turco que ha servido para alejar al PSOE del poder, y los populares, conscientes de que a ellos se les perdona todo (guerra de Iraq, chapapote, escándalo de la Comunidad de Madrid, fascistadas de Fraga, etc, etc, etc), pero que a los socialistas no se les pasa ni una, han aprovechado muy bien la situación, y han conseguido que la izquierda aparezca una vez más como un grupo de indocumentados indignos de ostentar el poder. Y mientras tanto la situación amenaza con perpetuarse, el pensamiento se unifica cada vez más, se convierte en un monolito en el que no se admiten las discrepancias, y la lapidación mediática que la Asociación de Víctimas del Terrorismo ha hecho de Julio Medem por su película La Pelota Vasca, sin pararse siquiera a escucharle o a entender lo que decía en ella, es un exponente muy claro de la corriente ideológica que impera dentro del propio Partido Popular. Aznar explota muy bien la situación, y recientemente habló delante de esa asociación, presentándose él también como una “víctima del terrorismo”, y estoy de acuerdo con que no hay que pactar con ETA, que no hay que justificar lo injustificable, etcétera, pero de ahí a ejercer conscientemente la censura y a impedir que alguien se exprese libremente va un mundo. Carod Rovira ha sido utilizado descaradamente, igual que se utiliza el terrorismo con fines políticos, igual que se utiliza a las víctimas de ETA para ganar votos, y prestar atención a esa cuestión sólo sirve para enmarañar el paisaje, para crear cortinas de humo que impidan ver lo que está ocurriendo realmente: que el Gobierno espiaba a un representante de un partido democrático, que tuvo la ocasión de detener a un dirigente etarra y no lo hizo, y que la razón de que no lo hiciese apesta a electoralismo. La idea de España que tiene el PP es anacrónica, monolítica y en ella no caben divergencias ni opiniones contrarias, el PP no tolera que existan comunidades en las que no gobierna, y si existen no interesan, y si interesan se saca el Dragon Rapide y se hace lo que haga falta por tomarlas, igual que pasó con la Segunda República Española. El PP no debería engañar a nadie, porque está muy claro lo que es, un grupo de cavernícolas que aún no han aprendido democracia, un grupo de empresarios sin escrúpulos atentos sólo a los intereses económicos, una cofradía de zafios cuya idea de la cultura son los vodeviles de Norma Duval, no deberían engañar a nadie, pero lo hacen, continúan ganando elecciones, y lo cierto, señor Aznar, es que la única explicación que se me ocurre es que la mayoría de la población española es tan mediocre como usted, se identifican con sus tics, sus sonrisas y sus carencias, y por eso le votan. Lamentablemente somos, señor Aznar, un país de charlotines, pequeños hitleres reaccionarios y acomplejados a su imagen y semejanza, y mientras su partido continúe ostentando el poder, impidiendo el desarrollo cultural y democrático, manipulando la información (no tengo tiempo ahora de hablar de Urdaci), la educación, la investigación y hasta el cine, recortando los derechos fundamentales y negando sistemáticamente la existencia de otras realidades, la situación tenderá a perpetuarse indefinidamente, y continuaremos nadando en la mierda, repitiéndonos esa otra gilipollez suya de que España va bien.

Antonio López del Moral